"La historia es duración. No vale el grito aislado, por muy largo que sea su eco; vale la prédica constante, continua, persistente. No vale la idea perfecta, absoluta, abstracta, indiferente a los hechos, a la realidad cambiante y móvil; vale la idea germinal, concreta, dialéctica, operante, rica en potencia y capaz de movimiento".
José Carlos Mariátegui
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Indignados.... ¿CONTRA QUÉ?



     
El 19 de Junio, un cuarto de millón de personas venidas de toda Cataluña caminaron por Barcelona en tono pacífico y festivo hacia nuevos modelos de democracia más amplios y profundos. En todo el estado, decenas de miles lo hacían por las calles de sus capitales. Una buena parte de ellos, jóvenes. ¿No se dice que los jóvenes no se interesan por la política? Parece, más bien, que no se interesan por determinadas formas de ejercer la política. Y sí en cambio, por otras, como pudo verse ese día y con la activación de nuevos métodos de organización social en pueblos y barrios de todo el estado.
No lo podremos saber nunca a ciencia cierta, pero sí podemos intuir que probablemente muchos de estos ciudadanos formen parte del 35% en España y el 50% en Catalunya de votos en blanco, nulos y abstenciones. Y que, por tanto, en caso de haberse constituido como plataforma política quizá gobernarían muchas administraciones.
Sin entrar en un análisis profundo de los modelos de democracia, creo que sí es necesario adoptar una perspectiva amplia, para entender plenamente el movimiento 15M. Mucho más amplia de lo que hasta ahora estábamos pautados a pensar y analizar, a través de los medios de socialización hegemónicos que hasta hoy construían buena parte del imaginario colectivo y los discursos públicos.
La propuesta de 15M en sentido amplio supone un profundo e irreversible cambio de paradigma, más allá del éxito inmediato como movimiento social, colectivo, tendencia o reivindicación. Y una importante sacudida, tal vez letal, al pensamiento único neoliberal y a sus métodos políticos. Esto es así, tanto si se trata de un cambio inminente de los modelos políticos, como si nos hallamos tan sólo ante un primer ensayo o una invitación a imaginar, que tarde en imponerse como alternativa, dejando un largo tiempo para la transición.
Nadie puede saber aún si el 15M será asimilable a un mayo francés, o bien a un desencadenante de cambios profundos en las maneras como hasta hoy hemos entendido las sociedades, al unirse a tantas otras circunstancias históricas decisivas: revueltas árabes, revolución islandesa, Internet, globalización y crisis sistémica.
En las calles de decenas de ciudades el 19J, en las marchas de indignados durante este verano, y en las muchas plazas convertidas en ágoras del pueblo, se confrontan dos modelos de gestión política muy alejados, irreconciliables y difíciles de combinar: la democracia representativa, estrechamente vinculada los mercados o a los poderes fácticos globales, y la asamblearia.
Esta contraposición enfrenta un modelo decimonónico, piramidal y lleno de intermediarios, que claramente no se adapta a las exigencias de una sociedad libre, instruida y organizada en red, con nuevas propuestas de gestión socioeconómica, que ciertamente aún no están suficientemente elaboradas como para plantearse como una alternativa inmediata en sociedades con millones de habitantes, y en el marco de una economía capitalista articulada globalmente.
De esta contraposición puede surgir un tercer modelo, que no es nuevo, ya ha sido implementado en el Sur, en Porto Alegre y otras ciudades de Brasil y Latinoamérica. Podría constituir un modelo político de transición y quizás un punto de encuentro entre el actual sistema y algunas de las reivindicaciones de los indignados, aquí, en Islandia o en Grecia: el modelo de democracia participativa, en el que los presupuestos públicos son asignados después de pasar por consultas populares, hasta ahora no vinculantes.
Si viviéramos en una democracia representativa honesta, aún podría existir una posible negociación entre indignados y políticos, como ya empieza a insinuar el Presidente Mas, consciente de la magnitud de la tragedia que se acerca a las clases gobernantes con este levantamiento pacífico y ciudadano. Un desafío al actual modelo, que no se ha podido detener ni con las porras de la brigada móvil, ni con provocaciones y distorsiones mediáticas destinadas a criminalizar y aislar el movimiento.
Pero como está quedando claro a los ojos del más ingenuo de los ciudadanos, que, salvo unas notables excepciones, nos encontramos ante poco menos que una mafia corporativa camuflada, organizada en una red global y que hace uso de mecanismos legales, mediáticos, educativos, militares y policiales para mantenerse, no hay negociación posible. Sólo un espacio de transición entre la actual supuesta democracia representativa, una participativa de varios años, y una asamblearia cuando los nuevos mecanismos para hacerla viable estén suficientemente desarrollados.
Pero quizás sería necesario realizar antes otra transición entre la actual democracia representativa, secuestrada por los mercados y los poderes fácticos, como reconocen incluso representantes políticos de derechas y el gobernador del Banco de España, y una democracia representativa real y honesta. Una primera transición que nos conduzca de la actual libertad pautada, sin democracia económica y social, y con una creciente degradación económica al tiempo que crecen las ganancias de las grandes corporaciones españolas, hacia otra que sencillamente haga efectivos los derechos que ya recoge la actual Constitución. Si bien el actual desvelamiento colectivo de las estructuras de poder, nos llevan a pensar que nunca ha existido en realidad ningún régimen que no fuera controlado más o menos sutilmente por una misma oligarquía privilegiada.
Una prueba de este secuestro lo vemos hoy en que una única opinión político-económica es "viable" y "realista": desmantelar el Estado del Bienestar al máximo; privatizar empresas y recursos públicos; dejarlo todo en manos del mercado. De lo contrario no se concederán los préstamos necesarios con los que desencallar de la crisis. Nos encontramos con que la banca, que no cuenta con escrutinio público alguno y que tiene intereses reconocidos en una determinada línea de pensamiento económico, y no los gobiernos, nos empujan, bajo chantaje y sin que haya posibles alternativas, hacia unos postulados económicos bien concretos que favorecen su dominio económico sobre las sociedades. Estamos, por lo tanto, en realidad, bajo una bancocracia partitocrática.
Esta transición en el campo de la organización política encuentra un paralelismo en unas propuestas de economía alternativa y ecológica en la que ya participan en Cataluña directamente unas 3.000 personas, y muchas más indirectamente. Se trata de las EcoXarxes (EcoRedes) y la Cooperativa Integral Catalana (CIC, www.ecoxarxes.cat), que combinan una economía con euros con una con moneda social: ecoseny, ecos, y un tercer espacio económico de donación y economía colectivizada.
Así como en el plano económico, las eco redes y la CIC construyen caminos de transición con estos tres círculos económicos concéntricos, que trabajan simultáneamente y varían en función del desarrollo de una economía bioregional cooperativa y ecológica en cada comunidad, red o familia, también un sistema democrático honesto, debería iniciar un proceso de cambio social que permitiera experimentar nuevos modelos de democracia participativa y asamblearia, combinándolos con el actual modelo representativo. Sin embargo, la experimentación social no sólo es un espacio inexistente y cerrado con llave en la academia y en nuestras sociedades, sino que generalmente es reprimido por el poder establecido con porras, infiltraciones policiales, confusión mediática y represión. Por lo tanto es improbable que los gobiernos de derechas que, en parte resultan de este nuevo proceso de pérdida de legitimidad del viejo modelo político y de abstención política y socio laboral de muchos jóvenes progresistas, inicien o admitan este proceso de cambios, que haría tambalear los cimientos del actual modelo.
Pero también es improbable que el movimiento de los indignados se detenga y no genere cambios profundos en muchos ámbitos, aunque quizá no con la misma intensidad y extensión del primer mes. Cambios que en muchos casos abrirán grietas difíciles de recomponer para mantener en pie el sistema, tal y como hoy lo conocemos. Este sólo se podía mantener con un complejo tejido de dominaciones y medias verdades y mentiras, extenso y descentralizado, donde los beneficios, el dinero, parecen ser proporcionales a la colaboración con el mantenimiento del modelo. Un tejido de falsedades difícil de mantener al oponerse a otro tejido mucho más amplio e implacable: el tejido de una nueva meta-inteligencia humana, nacida del trabajo conjunto interconectado y en relaciones cooperativas.
La única lucha de los indignados es una lucha verbal. Era necesario tan sólo explicitar con claridad un par de asuntos, como el hecho de que los individuos podemos ser plenamente libres, más allá de la libertad pautada en la que vivimos; que no hay razones de peso que nos obliguen a vivir en un sistema que constriñe nuestras libertades y nuestro potencial creativo y humano, o que quien nos gobierna no es tanto una gente honesta y responsable, que respeta los mandatos de los pueblos, sino más bien un grupo cartelístico extremadamente sofisticado y dispuesto a contaminar la Tierra con uranio y transgénicos, esquivando las democracias formales por un puñado de dólares. Dispuestos, también, a dejar en la indigencia millones de familias, mientras se salva con dinero público a empresas y entidades financieras que ya se han mostrado claramente perjudiciales a todos los niveles y responsables del actual desastre.
Estas realidades tenían que ser dichas desde espacios amplios donde resuenen los clamores populares, como las plazas centrales de pueblos y capitales, creando allí nuevas ágoras que catalizan y hacen una alquimia que transforma indignación, quizá violenta dada la violencia estructural del sistema, en construcción pacífica y creativa. Las revoluciones árabes han mostrado que las plazas eran, efectivamente, el corazón decisivo del pueblo.
El movimiento no combate con policías, asalariados que necesitan, fuera de su oficio y para sus hijos, el mismo nuevo mundo que anunciamos los indignados. En lugar de ello se plantea un debate con música y argumentos; con leyes, acciones políticas e institucionales; con ágoras y espacios libres. La derecha, la reacción al avance social, siempre ha contado con el poder y las armas; las izquierdas, el progreso social, con todos los cantautores y con buena parte de los poetas y artistas. Y es con el verbo, con la creación y la cooperación, como verdaderamente luchan los indignados contra el poder establecido. Desarmándolo al luchar desarmados, en nuevas guerrillas de la mente, como decía Lennon en Mind Games, que no pueden ser detenidas ni combatidas con las herramientas con las que dispone el poder.
En lugar de las esperadas batallas campales y las inventadas y sugeridas por el Gobierno Catalán kale borrokas (¿no es apología del terrorismo intentar provocar de la nada un proceso así?), en el 19J se celebraba la llegada de estos nuevos mundos posibles, post capitalistas. Una llegada que es sólo cuestión de tiempo. Como dijo alguien, no hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado el momento. 1936 quizá fue demasiado pronto, y en la lucha entre los que soñaban con nuevas sociedades libres y de iguales y los que lo hacían con regresar al s. XIII, ganaron los segundos. En un tiempo en que no existían las herramientas de las que disponemos hoy para construir sociedades con esta plena igualdad y libertad.
Hoy quizá también es demasiado pronto. Si bien hay que tener presente, en favor de los más optimistas, que los procesos de progreso e innovación social se aceleran inmensamente, en una curva exponencial, cuando las escasas interacciones habituales en familia, amigos, lugares de trabajo o en los espacios pautados de comunicación pública, se sustituyen y se potencian mútuamente en las nuevas ágoras abiertas y participativas, donde el debate y el intercambio de ideas e información es incesante. La cantidad de conexiones neuronales en el interior de cada individuo y entre todos, acelera el proceso de una manera insólita, cuando los canales de comunicación están bien definidos, construyendo una inteligencia colectiva que a cada día que pasa es más sabia, madura y resolutiva.
Muchas maletas y contratos se deben estar cerrando y revisando en las esferas del poder, quizá muchos documentos siendo destruidos. Los cimientos del templo se tambalean. Demasiadas verdades están siendo dichas por demasiada gente. Demasiados canales sutiles de control social están siendo dinamitados al ritmo de samba y meditación. Demasiado translúcido comienza a ser el velo de la opresión, haciéndose demasiado visible ante demasiada gente. Ya no son unos cientos de activistas, sino cientos de miles de ciudadanos los que han abierto los ojos y han dicho basta. El proceso comienza a ser irreversible. Más aún con la goleada que el movimiento ha hecho al orden establecido, al evitar el intento de criminalización del movimiento, falaz y provocado con alevosía. La multitudinaria manifestación pacífica en el centro de Barcelona, ​​al ritmo del tambor, la alegría, la palabra y el compañerismo ha dejado sin argumentos los intentos de criminalización de esta corriente de indignación popular.
Algún día los viejos calvos con corbatas marcharán, por razones biológicas, y los jóvenes empezaremos nuevos modelos de democracia. Nuevos modelos que, por supuesto, nada tienen que ver, como pretendieron algunos representantes políticos tras los incidentes de la Ciudadela, con los disturbios, que se pueden dar en todo tipo de regímenes políticos, como tantos hay en el actual régimen democrático . El tono mayoritario aquel día y a todas horas en esta revuelta de los indignados, es pacifista. Entre otras cosas por haber visto cómo una botella o una única acción violenta, quizá provocada por la policía, era suficiente para que el arsenal mediático y político comenzara la operación de descrédito y aislamiento del movimiento y sus demandas. Esto último será difícil de conseguir. Las demandas son claras y evidentes, y las determina el deterioro del mercado de trabajo y de las protecciones sociales del actual modelo económico y político. Cuanto peor funcione el mercado y el Estado del Bienestar, más indignados estarán dispuestos a experimentar nuevas propuestas socioeconómicas. En las nuevas ágoras ciudadanas, tratamos de contener el descontento social, previsiblemente violento como en Grecia, hacia propuestas constructivas y pacíficas de cambio social. Por lo tanto estamos haciendo un favor no sólo a nuestros hijos y nietos, y a la naturaleza, sino también a los responsables del orden social actual, que en lugar de combatirnos deberían escuchar y aprender de la ciudadanía. Además, todo parece indicar que ni la economía ni la recuperación de los derechos y protecciones sociales, laborales y económicos, prevén en el horizonte ninguna mejora. Al contrario, más bien una profundización de las injusticias y las desigualdades. Por todo ello parece que nos encontraremos ante un alud de revolucionarios dispuestos a hacer cambios profundos e inminentes, ya que la miseria económica necesaria para movilizar las mayorías en los países del Norte parece haber llegado para quedarse.


Didac Sánchez-Costa. Sociólogo, escritor y activista
www.ecoseny.net, www.ecoxarxes.cat
www.didaccosta.wordpress.com, didacscosta@gmail.com

Fuente: KAOS EN LA RED (http://www.kaosenlared.net/noticia/4-modelos-democracia-asamblearia-participativa-representativa-bancocra)

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