"La historia es duración. No vale el grito aislado, por muy largo que sea su eco; vale la prédica constante, continua, persistente. No vale la idea perfecta, absoluta, abstracta, indiferente a los hechos, a la realidad cambiante y móvil; vale la idea germinal, concreta, dialéctica, operante, rica en potencia y capaz de movimiento".
José Carlos Mariátegui
--> SOBRE LA COLUMNA IZQUIERDA RECORRE LOS ALTERMEDIOS, CONOCE LO QUE NO APARECE EN LOS MEDIOS MASIVOS DE COMUNICACIÓN.<--

EEUU y los Derechos Humanos

Ilusiones perdidas

La American University organizó en Washington la mayor conferencia sobre derechos humanos, para evaluar en veinte paneles el impacto de la política del gobierno de Obama. Junto con líderes de las principales organizaciones de derechos humanos de todo el mundo, funcionarios de ese gobierno y miembros actuales y pasados de los organismos especializados de la OEA y de las Naciones Unidas, participaron líderes de ONG de todo el mundo. Horacio Verbitsky expuso el jueves la posición del CELS.
 Por Horacio Verbitsky

Lo primero que debo decir es que Obama tuvo y tendrá una gran ventaja, por el solo hecho de ser el presidente que sucedió a George W. Bush. Pero su oferta electoral iba mucho más allá de no ser un violador sistemático y manifiesto de los derechos humanos. Como organización de Sud América identificamos varios puntos de preocupación en sus políticas de derechos humanos. Por supuesto, tenemos conciencia de las disputas partidarias y de las presiones de los grupos más conservadores de ambos partidos, pero aun así la responsabilidad del Poder Ejecutivo es central. Por desgracia el balance tiene pocos aspectos positivos y son sobre todo simbólicos. Obama se alejó de la retórica belicista de Bush y eso le bastó para obtener el premio Nobel de la paz. Pero la verdad es que en los hechos pisoteó las esperanzas que había suscitado en la comunidad de derechos humanos.

La prisión de la Bahía de Guantánamo es un impresionante ejemplo de sus promesas electorales incumplidas. Se esperaba que con el cierre de esa cárcel Estados Unidos cumpliera con los requisitos del sistema legal internacional, pero la falta de decisión contra las violaciones masivas y sistemáticas a los derechos humanos perpetúa el excepcionalismo del período Bush, que coloca a este país por encima del derecho internacional de los derechos humanos, lo cual es de una enorme arrogancia.
En febrero de 2006 el Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la tortura, el Relator Especial sobre la libertad religiosa y el presidente del Grupo de Trabajo sobre detenciones arbitrarias informó a la Asamblea General que en Guantánamo se violaba el derecho a un juicio justo y se empleaban métodos de interrogatorio prohibidos por la Convención contra la Tortura y otros tratos crueles y degradantes. También concluyeron que las condiciones de detención, la alimentación forzosa de las personas en huelga de hambre, el tiempo indeterminado de detención y el extenso confinamiento solitario violaban el derecho a la salud y a ser tratado con dignidad. La semana pasada se confirmó que no menos de 150 personas inocentes estuvieron confinadas allí durante años, incluyendo choferes, agricultores, pastores y cocineros, por errores de identificación o por haber estado en mal momento en un lugar inconveniente.
Un par de miembros de la ONG Médicos por los Derechos Humanos pudieron leer las hojas clínicas de muchos presos en Guantánamo. Encontraron huesos rotos por palizas brutales, ataques sexuales, aplicación del submarino y simulacros de fusilamiento, métodos prohibidos por las convenciones internacionales y por normas éticas universales.

Analogías perturbadoras

Creemos que la política de Obama debería incluir un apoyo activo a los procesos judiciales que se realizan en la región por los crímenes de las dictaduras. El gobierno de los Estados Unidos debería adoptar también mecanismos de responsabilidad para juzgar los más graves crímenes internacionales cometidos en la denominada guerra contra el terrorismo, que tiene perturbadoras analogías con las prácticas autoritarias de las dictaduras latinoamericanas del pasado.
Las detenciones sin juicio y la entrega de prisioneros a países en los que la tortura es común, para sacarlos de la jurisdicción estadounidense y privarlos de su sistema de protección de garantías, contradice el principio de no devolución establecido por la Convención contra la Tortura. Esta práctica frecuente es emblemática de una regresión peligrosa respecto de las normas de derechos humanos fijadas por la comunidad internacional cuando se conocieron los horrores cometidos durante la Segunda Guerra Mundial.
La relación de Estados Unidos con América Latina es dirigida por el Pentágono, que dispone de más presupuesto y personal que las secretarías del Tesoro, de Agricultura, de Comercio y de Estado juntas. Cada año, durante las audiencias legislativas, el jefe del Comando Sur explica esta relación en términos de seguridad nacional, un concepto tan vasto como impreciso que incluye casi cualquier cosa imaginable, incluso las opciones electorales de nuestros países, que suelen ser descalificados como populistas. La presencia estadounidense en la región sigue siendo demasiado militarizada. El gobierno de Obama no revirtió el alistamiento de la 4ª Flota Naval dispuesto en 2008. Por el contrario, avanzó más allá por este camino equivocado cuando impulsó a Colombia a confrontar con el resto de la región por la cesión de bases militares a los Estados Unidos. El Comando Sur planeaba usarlas como herramienta para controlar a otros países de Latinoamérica, que naturalmente se opusieron. Según fuentes ecuatorianas, la inteligencia estadounidense jugó un papel central en el ataque aéreo del gobierno de Colombia sobre un campamento de las FARC, del lado ecuatoriano de la frontera.

La militarización de todo

Los Estados Unidos hacen un doble juego con el rol de las Fuerzas Armadas. El gobierno de Obama no reconoce la diferencia entre seguridad y defensa, algo fundamental para los países que padecieron terribles dictaduras militares. Mientras la ley Posse Comitatus, del siglo XIX, prohíbe el uso de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad pública dentro de los Estados Unidos, su gobierno presiona a nuestros países en la dirección contraria, borrando los límites entre ambos roles. Lo mismo ocurre entre defensa e Inteligencia, en una sociedad con una proyección sin precedentes de lo militar sobre toda clase de actividades. Esto no ocurre por casualidad sino debido a decisiones políticas, como se aprecia con el enroque entre uno de los más altos jefes de las Fuerzas Armadas y el director de la CIA. El traslado del militar a la CIA y la designación en el ministerio de Defensa de quien dirigía la CIA sugiere que no hay diferencias, que son lo mismo. Esta clase de confusión ha socavado incluso la ayuda a Haití después del terremoto. La misión estadounidense en ese país se caracterizó por la presencia militar, más que social o económica. Haití necesita con desesperación de médicos, servicios sociales, inversiones y no de soldados que exhiben uniformes futuristas y un amenazante equipamiento bélico. Esto es tan fuerte en la cultura estadounidense que incluso cuesta explicar aquí por qué debería ser de otra manera.
Al presentar al Congreso su justificación del presupuesto solicitado para 2010, el Pentágono introdujo la doctrina expansionista de la Guerra Irregular, de inquietante similitud con algunas doctrinas contrainsurgentes de la década del 60, actualizadas en la denominada guerra contra las drogas, pero no sólo. Junto con la contrainsurgencia viene la doctrina de la construcción nacional o National Building, que se propone remodelar las instituciones políticas de otros países, lo cual no es una actitud amistosa. Otros documentos militares estadounidenses consideran a algunos países y regiones, entre ellos Venezuela, como posibles teatros de operaciones. El envío de coroneles de la brigada aerotransportada de paracaidistas de Fort Bragg para entrenar a la Policía Federal es otra mala señal. El gobierno argentino los acusó de tratar de introducir en el país sin declararlos armas, drogas como morfina y misteriosos equipos de comunicaciones. Este modelo de intervención ha tenido negativo impacto sobre los derechos humanos. Peor aún, cuando algunos países tratan de cambiar por formas más eficaces de enfrentar a la criminalidad compleja con respeto por los derechos humanos, el gobierno de Obama insiste en las fracasadas recetas de la era Nixon. Devastado por una violencia siempre en aumento, México es la prueba viviente de la insanía de esta política. México provee las drogas que se consumen en Estados Unidos y Estados Unidos las armas con las que se asesina en México. No es una política de buena vecindad. Los ex presidentes Ernesto Zedillo, Fernando Henrique Cardoso y Cesar Gaviria y el premio Nobel de literatura Mario Vargas Llosa, entre otros, dan por perdida esa guerra a las drogas y proponen un enfoque diferente, que Estados Unidos no acepta.
Otra fuente de desacuerdos con la región es la posición estadounidense sobre el golpe en Honduras. Aunque al principio Washington rechazó el golpe como ilegal, la presión del partido Republicano en el Congreso forzó a Obama, Hillary Clinton y Arturo Valenzuela a reconocer un proceso electoral viciado que permitió la elección del nuevo presidente Porfirio Lobo, a pesar de la expulsión del derrocado presidente Manuel Zelaya, cuyo regreso fue la condición no negociable de Latinoamérica desde el comienzo de la crisis. El resultado ha sido divisivo para el hemisferio. El gobierno hondureño fue reconocido por Estados Unidos pero excluido de la OEA y sin relaciones diplomáticas con la mayoría de los países latinoamericanos. Honduras aún padece una duradera crisis institucional y de derechos humanos.
El compromiso con el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, reflejado en la jerarquía de los representantes de Obama ante ese foro, es la decisión política más positiva que podemos identificar. Creemos que Estados Unidos debe permanecer en el Consejo y ayudar a su consolidación. Pero aún le falta desarrollar un marco estratégico para relacionarse en forma positiva con los nuevos mecanismos regionales, como la UNASUR y el Consejo Sudamericano de Defensa, para apoyar la estabilidad en la región por medio del manejo y la prevención de crisis y la afirmación de una agenda de derechos humanos.
Varios países de Sudamérica (como la Argentina, Chile, Perú y Uruguay, y ahora, en parte, también Brasil) han decidido investigar y de ser posible llevar a juicio los crímenes cometidos durante sus dictaduras cívico-militares. Esta es una decisión fundamental para consolidar nuestras democracias, y debería ser bienvenida y apoyada por Estados Unidos. También ponemos esperanzas en la posible desclasificación de archivos de la CIA y del Pentágono sobre nuestros países, pero también urgimos que se tomen acciones en ese sentido, aquí en los Estados Unidos. Es incongruente condenar a las dictaduras latinoamericanas y proteger a los responsables de autorizar en Washington crímenes similares con el pretexto de proteger al pueblo norteamericano, un razonamiento similar a los de Videla o Pinochet.

La guerra contra los chicos

También nos preocupa la falta de atención que presta Estados Unidos a los derechos económicos, sociales y culturales a diferencia de la protección a los derechos civiles y políticos. La salud, la vivienda y el trabajo no son considerados como derechos humanos y los tratados que los consagran como tales no han sido ratificados por Estados Unidos. Según el informe presentado al Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, que resume los aportes de más de un centenar de ONGs a la Revisión Periódica Universal:
- cerca del 30 por ciento de la población carece de ingresos suficientes para atender sus necesidades básicas, con 24,7 por ciento de los afroamericanos, 20 por ciento de los chicos y 14,5 por ciento de las mujeres debajo de la línea de pobreza.
- centenares de mujeres mueren cada año por complicaciones evitables del embarazo, con amplias disparidades en el acceso al cuidado de la salud basadas en razones étnicas.
- pese a la sanción de una ley que mejora la salud pública, aún existen 20 millones de ciudadanos estadounidenses sin ningún tipo de seguro de salud.
Por desgracia, este problema estructural se agravó por algunas decisiones de política interna influenciadas por fuerzas que se oponen al gobierno de Obama. Desde un punto de vista latinoamericano el cierre de guarderías y escuelas públicas para sectores de bajos ingresos, el despido de maestros, la eliminación de miles de planes de salud para niños solos, la reducción de gastos en Medicaid podrían emplearse para justificar similares políticas horribles, pasadas o futuras, en nuestros países. Todo esto constituye una vergonzosa guerra a los chicos, que el pueblo de los Estados Unidos no debería consentir.
A pesar de todo esto creemos que aún existe en todo el mundo, aunque declinante, una ventana de oportunidad y buena voluntad para que Estados Unidos, o mejor dicho el gobierno de Obama marque un enfoque diferente en su política exterior, en particular hacia Latinoamérica y los derechos humanos. La región está madura para discusiones multilaterales más equilibradas, mejor meditadas, estratégicas sobre cuestiones que puedan afirmar los derechos humanos. Esperamos que los próximos años de gobierno de Obama muestren acciones concretas hacia esa finalidad.

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¿Qué hacer en Libia? Una mirada desde América Latina

Atilio Borón
En Rebelión.org


No debemos abandonar a nuestros hermanos árabes.

La inesperada rebelión en el mundo árabe tomó a todos por sorpresa. Las satrapías del Magreb y Oriente Medio quedaron tan pasmadas como sus amos imperiales por la eclosión que se originó en un incidente relativamete marginal, más allá de lo terrible y doloroso que fue en el plano individual: la auto inmolación en la ciudad de Sidi Bouzid, Túnez, de Muhammad Al Bouazizi, un graduado universitario de veintiseis años que no encontraba trabajo y que decidió entregarse a  las llamas porque la policía le impedía vender frutas y verduras en la calle. Su familia requería de su ayuda y Al Bouazizi, un joven pobre, no quiso convertirse en uno más en la larga fila de jóvenes desempleados de su patria, o emigrar por cualquier medio a Europa. El terrible sacrificio de su protesta fue la chispa que incendió la reseca pradera de una región conocida por la opulencia de sus oligarquías gobernantes y la secular miseria de las masas. O, para decirlo con las palabras siempre bellas de Eduardo Galeano, lo que encendió “la hermosa llamarada de libertad” que prendió fuego al mundo árabe y que tiene al imperialismo sobre ascuas, para seguir con metáforas ígneas tan apropiadas para los tiempos que corren.(1)
La rebelión de los pueblos árabes tambien dejó en desairada posición a los


expertos, los analistas y los periodistas especializados. Desnudó impiadosamente su charlatanería, y su papel de manipuladores de la opinión pública al servicio del capital. Una revista de tanta experiencia como The Economist , por ejemplo, fue incapaz de anticipar, en su último número del año pasado dedicado a presentar las previsiones y lo que se venía para el 2011, los acontecimientos que pocas semanas más tarde conmoverían al mundo árabe -y, por extensión, al equilibrio geopolítico mundial- hasta sus cimientos. Este fracaso reitera por enésima vez la incapacidad del saber convencional para predecir los grandes acontecimientos de nuestro tiempo. La ciencia política quedó boquiaberta ante la caída del Muro de Berlín y, más recientemente, la mismísima reina de Inglaterra le preguntó a un selecto núcleo de economistas británicos cómo fue posible que nadie hubiera sido capaz de pronosticar la actual crisis general del capitalismo.Sumidos en el estupor ante tan inesperada pregunta, formulada en lo que se suponía sería una serena velada meramente protocolar, los interpelados se limitaron a solicitar, atónitos ante el reproche, un plazo de seis meses para revisar su instrumental analítico e informarle a Su Majestad las razones por de tan deplorable desempeño profesional.(2)
El impacto sobre América Latina
No es casual, entonces, que los acontecimientos del mundo árabe hayan sumido en la confusión a buena parte de la izquierda latinoamericana. Daniel Ortega apoyó sin calificaciones a Kadafi; el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez, a su vez, se declaró amigo del gobernante aunque por cierto que aclarando que tal cosa no significa -en sus propias palabras- “que estoy a favor o aplaudo cualquier decisión que tome un amigo mío en cualquier parte del mundo.” Además, prosiguió, “apoyamos al gobierno de Libia, a la independencia de Libia.” (3) Con sus declaraciones Chávez tomaba nota de la precoz advertencia formulada por Fidel ni bien estalló la crisis libia: ésta podría ser utilizada para legitimar una “intervención humanitaria” de EEUU y sus aliados europeos, bajo el paraguas de la OTAN, para apoderarse del petróleo y el gas libios. Pero de ninguna manera esta sabia advertencia del líder de la revolución cubana podría traducirse en un endoso sin reservas al régimen de Kadafi. No lo hizo Chávez, pero sí lo hizo Ortega. Como era de esperar, la descarada manipulación mediática con la que el imperialismo ataca a los gobiernos de izquierda de nuestra región torció el sentido de las palabras de Chávez y de Fidel haciéndolos aparecer como cómplices de un gobierno que estaba descargando metralla sobre su propio pueblo.(4)
En una esclarecedora nota publicada pocos días atrás en Rebelión Santiago Alba Rico y Alma Allende argumentaron persuasivamente que un erróneo posicionamiento de la izquierda latinoamericana -y muy especialmente de los gobiernos de Venezuela y Cuba- en la actual coyuntura del mundo árabe “puede producir al menos tres efectos terribles: romper los lazos con los movimientos populares árabes, dar legitimidad a las acusaciones contra Venezuela y Cuba y ‘represtigiar’ el muy dañado discurso democrático imperialista. Todo un triunfo, sin duda, para los intereses imperialistas en la región.” (5) De ahí la gravedad de la situación actual, que exige transitar un estrechísimo sendero flanqueado por dos tremendos abismos: uno, el de hacerle el juego al imperialismo norteamericano y sus socios europeos y facilitar sus indisimulados planes de arrebatarle a los libios su petróleo; el otro, salir a respaldar un régimen que habiendo sido anticolonialista y de izquierda en sus orígenes -como lo fue, por ejemplo, el APRA en el Perú- en las dos últimas décadas se subordinó sin escrúpulos al capital imperialista y abrazó y puso en práctica, sin reparos, las fatídicas políticas del Consenso de Washington y los preceptos de la “lucha contra el terrorismo” instituída por George W. Bush.
El mundo árabe: ¿revuelta, revolución, conspiración?
No creemos sea necesario detenernos a explicar las razones por las que hay que oponerse sin atenuantes ante la opción intervencionista de los Estados Unidos y sus partenaires europeos. Veamos, en cambio, cuáles serían los argumentos para evitar que esa correcta y no-negociable postura desemboque infelizmente en un respaldo a un régimen contra el cual se ha levantado en armas la mayoría de la población. Hay quienes argumentan que lo que está ocurriendo en Libia es apenas el “efecto contagio” de lo ocurrido en Túnez y Egipto y que no hay razones de fondo que justifiquen esta insurrección popular. De partida conviene recordar dos cosas: que las revoluciones son procesos dialécticos y no acontecimientos metafísicos o rayos que se descargan en un día sereno. En la génesis de la revolución francesa está un tumulto originado en una panadería en las inmediaciones de la Bastilla. Sabemos lo que ocurrió después. Segundo, que inevitablemente, los procesos revolucionarios son contagiosos. Eso es lo que enseña la historia. Recuérdese si no lo ocurrido con las revoluciones de la Independencia en América Latina, dos siglos atrás; o las de 1848 y las que tuvieron lugar, también en Europa, en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial y con el estallido de la Revolución Rusa en Febrero de 1917. Pero si en algunos sitios esos procesos prendieron y en otro no fue porque el contagio no opera en un vacío socio-económico y político sino que depende fundamentalmente de las condiciones internas de cada país. (6) Si la revolución de 1848 triunfó en Francia pero no en el Reino Unido fue porque en la primera el desarrollo de las luchas de clases creó las condiciones internas como para poner abrupto final a la restauración monárquica del orleanismo, mientras que nada de eso ocurría cruzando el Canal de la Mancha que, en esa misma encrucijada histórica, podía acoger sin ningún sobresalto a dos refugiados políticos como Karl Marx y Friedrich Engels. Y si después de la Primera Guerra Mundial la revolución triunfó en Rusia pero no en Alemania fue porque la propagación del fervor revolucionario, que impactó con mucha fuerza en la última, era condición necesaria pero no suficiente para garantizar el triunfo de la revolución, cosa que fue expresamente reconocida por Rosa Luxemburg en una de sus brillantes intervenciones poco meses antes de su vil asesinato. En otras palabras, la insurgencia que tiene por escenario a Libia fue indudablemente estimulada por las grandes victorias populares en Túnez y Egipto, pero nada hubiera ocurrido de no haber mediado los estragos que dos décadas de neoliberalismo produjeron en un país muy rico pero en el cual las clases populares apenas reciben unas pocas migajas de la colosal renta petrolera, los jóvenes carecen de perspectivas laborales y la crisis general del capitalismo clausuró la salida emigratoria que hasta hace pocos años quitaba presión al sistema al paso que elevaba extraodinariamente los precios de los alimentos. Por último, la tasa de mortalidad infantil -para hablar de un indicador muy sensible para medir el nivel de bienestar de una población- fluctúa según las diversas fuentes consultadas entre el 20 y el 25 por mil; es decir, unas cuatro o cinco veces superiores a la que se registra en Cuba y aproximadamente el doble de la de Brasil.
Lo mismo cabe decir acerca de la posibilidad de que lo que está ocurriendo en Libia sea obra de agentes del imperialismo. Pero ¿cómo olvidar que hasta el estallido de la revolución en Túnez Kadafi era elogiado por los jefes de estado de las “democracias capitalistas” como un gobernante, que se había despojado de sus viejas obsesiones, reconciliado con la globalización neoliberal y hecho las paces con sus antiguos enemigos, desde la Casa Blanca hasta el régimen racista israelí? No obstante, cuando éstos se percataron de que su trono estaba tambaleante y percibieron que Kadafi podía correr la misma suerte que sus homólogos en Túnez y Egipto los imperialistas modificaron velozmente su postura, se acordaron que Libia no era una democracia y que en ese país no se respetaban los derechos humanos -cosa que jamás les había preocupado en lo más mínimo- y haciendo gala de un inigualado cinismo se colocaron ruidosamente “del lado del pueblo” y en contra del hasta ayer razonable gobernante súbitamente reconvertido en inadmisible tirano. Pero, otra vez, la labor de esos agentes del imperialismo jamás podría haber desencadenado una insurrección tan impresionante como la de Libia -o las de Túnez y Egipto- si no hubieran existido las condiciones de fondo requeridas para que, desafiando la represión, las masas salieran a la calle dispuestas a derrocar al gobierno. Es decir, tal como lo anotara Lenin en varios de sus escritos, si los de abajo ya no querían y los de arriba ya no podían seguir viviendo como antes. Por otra parte, si los agentes del imperialismo tienen en sus manos la capacidad de hacer y deshacer revoluciones tendríamos que reconocer que nuestra lucha está de antemano condenada al fracaso. Afortunadamente no es así. Tampoco tiene mayor sentido aducir que fueron las “redes sociales” (Facebook y Twitter) las que provocaron la rebelión, arteramente orquestada por la CIA y los agentes del imperialismo. Para descartar esta hipótesis basta una sóla cifra: según las últimas estadísticas de las Naciones Unidas los usuarios de internet en Libia son apenas el 5.1 porciento de la población total. Eso mal puede explicar el multitudinario carácter de la rebelión del mundo árabe porque en Egipto y Túnez tanto como en Libia los internautas son una ínfima minoría de la población. Esas “redes sociales” pueden servir para facilitar la comunicación entre los activistas, pero no pueden desencadenar la insurgencia de las masas que, en su gran mayoría, jamás tuvo a su alcance un ordenador.
Kadafi y el neoliberalismo, de ayer a hoy.
Llegados a este punto conviene preguntarse quién es Kadafi y qué representa. Vicenc Navarro ilustra con claridad el contraste entre el Kadafi “nasserista” de sus primeros años y lo que es hoy: “un dictador corrupto y enormemente represivo.” (7) Según Navarro, en 1969 y con apenas 27 años de edad el Coronel Kadafi lideró un golpe de estado, inspirado en la experiencia de Nasser en Egipto, y derrocó a la monarquía impuesta por el imperio británico después de la Segunda Guerra Mundial. Durante esos primeros años Kadafi puso en marcha una reforma agraria, nacionalizó el petróleo y algo más de doscientas empresas ( que se reorganizaron con una importante participación de los trabajadores en su gestión) al paso que introdujo algunas mejoras en la calidad y la cobertura de la salud y la educación. Un fuerte intervencionismo estatal y la nacionalización del crédito fueron otros rasgos de las políticas de aquellos años. “Kadafi presentó aquella experiencia” -anota Navarro- “como la tercera vía entre capitalismo y el socialismo, asociado entonces a la Unión Soviética.” (8) Ahora bien: ese es el Kadafi que persiste en el imaginario de importantes sectores de la izquierda latinoamericana. El problema es que se trata de una imagen completamente desactualizada, porque a partir de los años noventas el régimen líbico inicia un viraje que, pocos años después, situaría a ese país en las antípodas de donde encontraba en los años setentas. La tercera vía degeneró en un “capitalismo popular” -tardía reproducción de la consigna elaborada en los ochentas por Margaret Thatcher en el Reino Unido- y las nacionalizaciones comenzaron a ser revertidas mediante un corrupto festival de privatizaciones y aperturas al capital extranjero que afectó a la industria petrolera y a las más importantes ramas de la economía. No hay que equivocarse: Kadafi no es Nasser sino Mubarak. Un agudo observador de la escena magrebí, Ayman El-Kayman, describió con precisos trazos el itinerario de esta involución: “(H)ace casi diez años, Gadafi dejó de ser para el Occidente democrático un individuo poco recomendable: para que le sacaran de la lista estadounidense de Estados terroristas reconoció la responsabilidad en el atentado de Lockerbie; para normalizar sus relaciones con el Reino Unido, dio los nombres de todos los republicanos irlandeses que se habían entrenado en Libia; para normalizarlas con Estados Unidos, dio toda la información que tenía sobre los libios sospechosos de participar en la yihad junto a Bin Laden y renunció a sus ‘armas de destrucción masiva’, además de pedir a Siria que hiciese lo mismo; para normalizar las relaciones con la Unión Europea, se transformó en guardián de los campos de concentración, donde están internos miles de africanos que se dirigían a Europa; para normalizar sus relaciones con su siniestro vecino Ben Alí, le entregó a opositores refugiados en Libia”. (9) Y cuando los pueblos de Túnez y Egipto se rebelaron, Kadafi se alineó con sus verdugos, coincidiendo en esta postura con las primeras reacciones de los líderes de las “democracias occidentales”, con Obama, Sarkozy, Cameron, Berlusconi, Zapatero y el régimen genocida de Netanyahu. Pero éstos, viendo que las sublevaciones populares se encaminaban hacia una victoria histórica, en pocas semanas pasaron de hacer cautelosas exhortaciones a sus matones regionales en apremios para que concedieran unas pocas reformas cosméticas a exigir imperiosamente que abandonasen el poder. Cuando el incendio llegó a Libia la burguesía imperial y sus representantes políticos vieron la oportunidad de sacar partido del previsible derrumbe de Kadafi impidiendo que sean las masas libias las que tomen el futuro en sus manos, sea mediante una “intervención humanitaria” que les permita apoderarse de Libia con el pretexto de detener el baño de sangre que el dictador promete a los sublevados o, en su defecto, alentar su partición, o desmembramiento, tal como lo hicieran en la ex Yugoslavia y como, sin éxito, lo intentaran en Bolivia en el 2008. Tal como Lenin, Gramsci y Fidel señalaron en repetidas ocasiones la derecha y las clases dominantes, por su larguísima experiencia de gobierno, aprenden muy rápido y reaccionan con fulminante rapidez ante una coyuntura como la que hoy caracteriza a Libia. Y si ayer apoyaban sin miramientos a Kadafi ahora tratan de sacárselo de encima cuanto antes y facilitar una “transición ordenada”, Hillary Clinton dixit , que organice la traición a las expectativas de las masas e instaure un simulacro democrático que permita que los imperialistas continúen desangrando a Libia y al mundo árabe en general.
En su presurosa conversión al neoliberalismo Kadafi abrió la economía a las grandes transnacionales, principalmente europeas. En una detallada nota Modesto Emilio Guerrero señala que a partir de 1999 los países occidentales comenzaron a dispensarle un trato muy especial, por tres razones que suenan como música celestial en los bolsillos de la burguesía (10): (a) es un muy buen cliente; (b) es un buen socio de sus empresas; (c) además es un estratégico proveedor de petróleo y gas. Buen cliente porque cuando se levantó el embargo de armas que pesaba sobre Libia (en Octubre de 1999) por su participación con -o complicidad en- acciones terroristas en diversos países, España, Italia, Inglaterra y Alemania se convirtieron en sus principales proveedores de las armas que luego Kadafi utilizaría contra su propio pueblo. Poco después unas 150 empresas británicas vinculadas a los negocios petroleros -entre ellas la British Petroleum, responsable principalísima de la destrucción del ecosistema marino en el golfo de México- se instalaron en Libia junto con Repsol, la francesa Total, la empresa italiana ENI y la austríaca OM para explotar el negocio de los hidrocarburos. Otras empresas, de estos mismos países y de Estados Unidos, participaron activamente en obras de infraestructura aparte de la ya mencionada venta de armas. Buen socio, además, porque a través de los 65.000 millones de dólares de que dispone la Libyan Investment Authority la familia Kadafi realizó importantes inversiones en la FIAT, en la petrolera italiana ENI y es accionista del Unicredit, el banco más grande de Italia. (11) También tiene acciones en el grupo económico Pearsons, editor del periódico ultra-neoliberal Financial Times. Varias grandes empresas alemanas y francesas cuentan también con la participación de capitales libios. Proveedor seguro, por último, porque,tal como lo expresara Silvio Berlusconi, el control del flujo migratorio “ilegal” procedente del Magreb y, más generalmente, de toda África, y el confiable suministro del petróleo líbico son servicios de extraordinaria importancia que los líderes de las democracias capitalistas no podían sino apreciar en toda su valía. El Presidente del gobierno español, José M. Aznar, su sucesor, Rodríguez Zapatero y el propio rey Juan Carlos de España rivalizaron con “il cavaliere” italiano y el premier británico y figura señera del “new labor” en cultivar la amistad del líder líbio, casi siempre con ribetes escandalosos.(12) En consonancia con estos cambios la relación con Washington experimentó un giro de 180 grados: en 2006 el Departamento de Estado quitó a Libia de la lista de países que apoyaban al terrorismo. Atemorizado por la Guerra del Golfo de Febrero de 1991 y aterrorizado al contemplar lo ocurrido en Irak desde 2003 y el destino corrido por Saddam Hussein, Kadafi sobreactuó su arrepentimiento hasta extremos que sobrepasaban lo ridículo al declarar una y otra vez su voluntad de ajustar la conducta de Libia a las reglas del juego impuestas por el imperialismo. Fue a causa de esto que en 2008 la ex secretaria de Estado Condoleezza Rice pudo declarar que “Libia y Estados Unidos comparten intereses permanentes: la cooperación en la lucha contra el terrorismo, el comercio, la proliferación nuclear, África, los derechos humanos y la democracia.” (13) ¿Ante todo esto cabe entonces preguntarse: ¿Es esto el socialismo pan-árabe, preconizado en el Libro Verde del autoproclamado “líder y guía de la revolución”? ¿Es esta la política que debe hacer la Jamahiriya un “estado de las masas”, como Kadafi definió a su organización política? ¿Es Kadafi la contraparte magrebí de Chávez y Fidel? ¿Qué tiene que ver este régimen con los procesos emancipatorios en curso en América Latina, para no hablar de la revolución cubana?
¿Qué hacer?
¿Qué debe entonces hacer la izquierda latinoamericana? En primer lugar, manifestar sin ambages su absoluto repudio a la salvaje represión que Kadafi está perpetrando contra su propio pueblo. Solidarizarse, bajo cualquier circunstancia, con quien incurre en semejante crimen dañaría irreparablemente la integridad moral y la credibilidad de la izquierda de Nuestra América. El reconocimiento de la justicia y la legitimidad de las protestas populares, tal como se hizo sin vacilación alguna en los casos de Túnez y Egipto, tiene un único posible corolario: el alineamiento de nuestros pueblos con el proceso revolucionario en curso en el mundo árabe. Por supuesto, la forma en que esto se manifieste no podrá ser igual en el caso de las fuerzas políticas y movimientos sociales y, por otra parte, los gobiernos de izquierda de América Latina, que necesariamente tienen que contemplar aspectos y compromisos de diverso tipo que no existen en aquellas. Pero la consideración de las siempre complejas y a menudo traicioneras “razones de estado” y las contradicciones propias de la “real politik” no pueden llevar a los segundos tan lejos como para respaldar a un dictador acosado por la movilización y la lucha de su propio pueblo, reprimido y ultrajado mientras el entorno familiar de Kadafi y el estrecho círculo de sus incondicionales se enriquecen hasta límites inimaginables. ¿Cómo explicar a las masas árabes, que por décadas buscaron las claves de su emancipacipon en las luchas de nuestros pueblos y que reconocen en el Che, Fidel y Chávez la personificación de sus ideales libertarios y democráticos, la indecisión de los gobiernos más avanzados de América Latina mientras que toda la canalla imperialista, desde Obama para abajo, se alinea -aunque sea hipócritamente- a su lado?
Segundo, será preciso denunciar y repudiar los planes del imperialismo norteamericano y sus sirvientes europeos. Y además organizar la solidaridad con los nuevos gobernos que surjan de la insurgencia árabe. Los propios rebeldes libios emitieron declaraciones clarísimas al respecto: si hay invasión de los Estados Unidos, con o sin la (poco probable) cobertura de la OTAN, los insurrectos volverán sus fusiles contra los invasores y luego ajustarán cuentas con Kadafi, responsable principal de la sumisión de Libia a los dictados de las potencias imperialistas. América Latina tiene que apoyar con todas sus fuerzas la resistencia a la eventual invasión imperialista, conciente de que lo que hoy se está jugando en el Norte de África y en Oriente Medio no es un problema local sino una batalla decisiva en la larga guerra contra la dominación imperialista a escala mundial. El triunfo de la insurrección popular en Libia tendrá como correlato el fortalecimiento de las rebeliones en curso en Yemen, Marruecos, Jordania, Argelia , Barheim y la que hace tiempo se viene incubando en Arabia Saudita, amén de fortalecer la resistencia de los sindicatos y los movimientos sociales en Wisconsin, Estados Unidos, y en diversos países europeos, hoy víctimas preferenciales del FMI. Barheim es la sede de la Quinta Flota de Estados Unidos, con la misión de monitorear todo lo que ocurra en el Golfo Pérsico y sus inmediaciones; y Arabia Saudita un régimen totalmente sometido a la voluntad de la Casa Blanca y el gran regulador del precio internacional del petróleo y su adecuado abastecimiento al mundo desarrollado. Si el mapa sociopolítico del mundo árabe llegara a cambiarse, como esperamos que así sea, la geopolítica internacional vería modificada la correlación de fuerzas a favor de los pueblos y naciones oprimidas. Y América Latina, que desde finales del siglo veinte se colocó a la vanguardia de las luchas anti-imperialistas, habría por fin encontrado los aliados que necesita en otras regiones del sur global para seguir avanzando en sus luchas por la autodeterminación nacional, la justicia social y la democracia. Por eso, nuestra región no puede ni tiene el derecho a equivocarse ante un proceso cuyas proyecciones pueden ser aún mayores que las que en su momento tuvo el derrumbe de la Unión Soviética, y de un signo distinto, y cuyo desenlace revolucionario fortalecerá los procesos emancipatorios en curso en nuestra región. Abandonar a nuestros hermanos árabes en esta batalla decisiva sería un error imperdonable, tanto desde el punto de vista ético como desde el más específicamente político. Sería traicionar el internacionalismo del Che y de Fidel y archivar, tal vez definitivamente, los ideales bolivarianos. No podemos perder esta oportunidad.

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Vargas Llosa según Jaime Petras

PETRAS:  VARGAS LLOSA “ES UN EXTREMISTA, UN ASESINO DE VOZ PORQUE ÉL NO TOMA LA ACCIÓN PERO ES EL AUTOR INTELECTUAL DE LOS GRANDES REPRESORES QUE DEFIENDEN EL MERCADO CONTRA LAS EXIGENCIAS DE LOS TRABAJADORES PARA MEJORAR SU VIDA”

Extracto de los comentarios para CX36 Radio Centenario del sociólogo norteamericano, Prof. James Petras desde Nueva York – Estados. Lunes 18 de abril de 2011 
Chury: Me dicen que ya tengo en línea a Petras desde Estados Unidos lo cual me da una alegría muy grande. Petras buen día, ¿cómo te va?

Petras: Estamos más o menos porque murió mi perra de 13 años el domingo y estamos muy tristes. Siempre me acompañaba aquí en las entrevistas y el trabajo en el escritorio. Pero estamos sobreviviendo...........

................Chury: Petras, tú sabes que en este momento en Montevideo la vedette es el premio Nobel de la literatura, el peruano, y naturalmente está siendo homenajeado desde el presidente Mujica hasta Traverso, el conductor destacado de la televisión uruguaya, opinando sobre el resultado de las elecciones peruanas, de cómo debe ser... Uno ya conoce más o menos las posturas de este premio Nobel. Los premiso Nobel siempre nos sorprenden. Y queríamos tener una opinión tuya sobre esto



Petras: Vargas Llosa es puro y duro  un reaccionario. Cualquier

opción que exista y que sea  antipopular, contra cualquier intervención pública para mejorar la vida de los trabajadores, él se pronuncia como opositor y utiliza un lenguaje extremista, incapaz de analizar cualquier matiz de los problemas sociales económicos. Viene con una fórmula sea Mongolia, sea Uruguay o el Polo Norte, viene con la misma fórmula: dejar de controlar a los capitales; dejar organizar sindicatos; dejar el Estado de bienestar social, las pensiones o restricciones sobre la libertad. Tiene toda una retórica hueca que le permite recibir atención porque manipula el premio literario como una entrada en la discusión de la política. Pero de fondo ningún comentarista serio puede conseguir información y datos concretos sobre lo que está pasando. Si uno analiza países que han implementado las fórmulas de Vargas Llosa, son catastróficas. Por ejemplo en Rusia después del comunismo bajo Yeltsin el estándar de vida cayó 30%; la mortalidad infantil cayó a los mismos niveles de Bangladesh; los pensionistas terminan con hambre. Y uno puede repetir eso en cualquier lugar en el mundo. Cuando uno habla de libertades, el gran amigo de Vargas Llosa era Uribe, el autor de los Escuadrones de la muerte. Pero de eso nunca habla; nunca habla de las atrocidades cometidas por los autores de su política económica. Por esta razón no es un hombre serio, no es un político que uno pueda confiar que a pesar de ser conservador tenga alguna forma de tratar con el Siglo XXI donde la gente busca empleo seguro, alguna garantía de que no van a vivir en la calle cuando se jubilan, etc.
Para Vargas Llosa, que es un millonario que recibe honorarios de hasta 50 mil dólares para ir a repetir estas fanfarronadas, no es problema, para él todo está arreglado porque los que lo invitan a hablar, los grandes capitales, la gran prensa burguesa, él cobra, nunca va por la libre. A veces da entrevistas para conseguir la publicidad que le permite conseguir invitaciones a estos congresos de la ultra derecha con la gente que hemos visto que cometen grandes crímenes contra la humanidad.

Chury: Bien Petras. Para nuestra ciudadanía es muy importante tu opinión en este sentido porque seguramente son cientos de miles los que escuchan esto. Quiere decir que cuando Vargas Llosa esté en Hablemos con el señor Traverso, estará en una entrevista concertada para que el premio Nobel ese que le dieron, se luzca mucho y para que el Canal 10 siga siendo un canal oficial a favor del gobierno que actualmente detenta el poder en el Uruguay. Sería una lectura parecida

Petras: Sí. El hecho es que los arribistas en el medio oficial que invita a Vargas Llosa, simplemente quieren mostrar a la gran burguesía que ellos también tienen cosas en común con el poder del capital porque como decimos, Vargas Llosa no tiene nada original, no tiene ningún contacto con la realidad, nunca ha trabajado al lado de los obreros de fábricas, de los empleados, simplemente trata con las elites. Yo recuerdo cuando se presentó como candidato a presidente, cuando visitaba los barrios populares por obligación, siempre utilizaba guantes para no tener que recibir gérmenes de los pobres en los barrios. Y un amigo conocía a un asesor de Vargas Llosa y decía que estaba siempre obsesionado con tener jabones con antiséptico para que no se afectara por el contacto con los pobres. Esa es su imagen de que de fondo él siempre se identifica con los grandes poderes económicos y siente que es algo sucio tratar con el pueblo. Habla mucho de libertades, pero son libertades simplemente para que el capital haga lo que se le da la gana. Si él hubiera sido presidente en Uruguay, eliminaba todos los planes de seguridad que los obreros y empleados reciben. Yo creo que el hecho de tener negociaciones colectivas para él es una violación de principios del mercado.
Por esta razón no es un simple conservador típico que crea que debe negociar y reconocer el poder de los trabajadores como legítimos interlocutores. Es un extremista, es un extremista, un asesino de voz porque él no toma la acción pero es el autor intelectual de los grandes represores que defienden el mercado contra las exigencias de los trabajadores para mejorar su vida. Un ejemplo: cuando habla de los candidatos en Perú, habla de que Humala o Fujimori es una elección entre el SIDA y otras enfermedades. Le preguntaron a Vargas Llosa ¿qué piensa sobre los candidatos que ganaron libremente las elecciones? Y dice: es una selección entre el SIDA y no recuerdo qué otra enfermedad.    Ese es el desprestigio que quiere dar al proceso electoral en Perú, donde su candidato, el gran capitalista Kusinski perdió, terminó en tercer candidato entonces para despreciar el proceso político él siempre pone estas típicas frases peyorativas

Chury:  Perfecto Petras. Me llega una información que dice que la Standard y Poor's, la agencia calificadora de riesgos en inversiones anunció que podría reducir su evaluación crediticia de la deuda pública de Estados Unidos. Le preocupa que los legisladores demócratas y republicanos no puedan acordar un plan para reducir el creciente déficit estadounidense. Traducido eso ¿qué quiere decir?

Petras: Bueno, Standars y Poor's  supuestamente son evaluadores de riesgos pero también se meten en la política. Aquí en los Estados Unidos hay propuestas del partido Republicano de eliminar el seguro social, eliminar el plan médico para los pensionistas, eliminar el financiamiento federal al tratamiento médico para la masa pobre y discapacitada y otras medidas más como eliminar el control sobre la contaminación del ambiente, eliminar el Centro de tratamiento de problemas de salud de las mujeres embarazadas y eso es una opción.
La otra opción es de los demócratas que es en este camino pero con menos recortes o no tan drásticos. Cortar el financiamiento para el plan médico, mantener el seguro social pero congelado en los pagos, etc. entonces frente a este empate entre los que quieren eliminar programas de la derecha y los que quieren cortar el programa, que son dos opciones reaccionarias, no pueden llegar todavía a un acuerdo entonces Standard y Poor’s entra en el debate, diciendo si vosotros no llegan a un acuerdo rápido eso va a perjudicar la evaluación sobre la deuda, van a aumentar las tasas de interés, pueden llegar a una situación catastrófica. Entonces en vez de reconsiderar el problema en términos de las exoneraciones que tienen los multimillonarios, las grandes empresas multinacionales, las grandes subvenciones al sector financiero; en vez de eso, en vez de eliminar los 800 o mil millones que financian las guerras, en vez de tocar los programas sociales, Standar y Spoor interviene en este debate para presionar para que los políticos en alguna forma sigan con los recortes y lleguen a un acuerdo entre la eliminación y la baja para balancear las cuentas.
Yo lo veo como una presión para facilitar la baja de la deuda cargando a los trabajadores.

Chury: Petras, nosotros sabemos lo que supone en los momentos difíciles, en los momentos en que estamos trabajando muy en serio, en los momentos en que estamos analizando, la compañía de una mascota. Por eso es que en el final de la despedida de hoy te queremos decir que tal vez te estamos comprendiendo como nunca en lo que nos decías al principio.
Te mandamos un abrazo

Petras: Bueno, muchas gracias por el apoyo de amigos y colegas. Gracias

Chury: Un abrazo    

   Fuente: Sitio web de la radio CX 36 de Montevidéo, Uruguay, donde está la entrevista completa   www.radio36.com.uy

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