"La historia es duración. No vale el grito aislado, por muy largo que sea su eco; vale la prédica constante, continua, persistente. No vale la idea perfecta, absoluta, abstracta, indiferente a los hechos, a la realidad cambiante y móvil; vale la idea germinal, concreta, dialéctica, operante, rica en potencia y capaz de movimiento".
José Carlos Mariátegui
--> SOBRE LA COLUMNA IZQUIERDA RECORRE LOS ALTERMEDIOS, CONOCE LO QUE NO APARECE EN LOS MEDIOS MASIVOS DE COMUNICACIÓN.<--

Carta de una niña Mapuche



Carta de la Niña Mapuche Relmutray Cadin Calfunao al Presidente Sebastian Piñera Echeñique

Señor: Sebastián Piñera Echenique
Presidente de la República
Palacio La Moneda
Santiago, Chile
Presente:
Lo primero que quiero decirle es que escribo esta carta con mucha tristeza. Mi nombre es Relmutray Cadin Calfunao, de 12 años de edad, en estos momentos vivo en Suiza, y desde el 10 de Septiembre del año 2008 estoy a la espera del resultado de mi solicitud de asilo político en este país. Soy la hija menor de la lonko Juana Calfunao Paillalef, presa política mapuche que se encuentra encarcelada en la cárcel de Temuco por más de 4 años, sentenciada por ofender la a autoridad.
A pesar de la buena conducta de mi madre, y no haber herido ni causado daño a nadie, las autoridades judiciales le han negado en tres ocasiones la solicitud de libertad incondicional. En estos momentos, mi madre está enferma, producto de las torturas, tanto físicas como psicológicas, de las que ha sido objeto durante su detención.
La mala salud de mi madre se ve agravada por la tristeza que la embarga al observar que la vida de su hijo Waikilaf, quien se encuentra en huelga de hambre por más de 50 días, se consume lentamente. Mi hermano Waikilaf se encuentra en huelga de hambre desde el 12 de julio, junto a otros 32 hermanos mapuches. Además de la tristeza que me causa la mala salud de mi madre y de mi hermano, quien en los últimos días ha sido llevado de urgencia al hospital para salvarle la vida, ayer me enteré que otros tres niños mapuches se sumaron a la huelga de hambre, protestando por su inocencia y por haber sufrido torturas en las cárceles chilenas.


Sr. Presidente, yo no entiendo de política, porque soy solo una niña, pero me pregunto, ¿porque existe tanta represión contra mi pueblo? Los mapuches que llevan años encarcelados, como mi madre, no han matado ni robado a nadie, mientras que policías, que en los últimos años han matado a cinco jóvenes e hicieron desaparecer otro, están libres. ¿Donde está la justicia?
Señor presidente, como exiliada mapuche solicito que atienda usted las siguientes demandas que están solicitando mis hermanos mapuches en huelga de hambre: 

- No aplicación de la ley antiterrorista
- Derogación del doble procesamiento, civil y militar
- La desmilitarización de las comunidades mapuches, y no más violencia contra los niños y niñas mapuches
- Respeto al debido proceso (juicios justos)
- La retirada de nuestro territorio de las empresas forestales y de las empresas contaminantes 

Señor presidente, a pesar de las pesadillas que me causan el brutal asalto de mi casa, los allanamientos reiterados de mi comunidad y el apaleo de mi madre que observe cuando pequeña, mi gran deseo es volver a mi tierra. Si esta represión cesara en nuestra comunidad y tuviera un hogar, libres de allanamientos y además se respetara a los niños, yo bien podría volver a mi comunidad a disfrutar del paisaje de los ríos y de la naturaleza de mi tierra y volver a estar junto a mis padres y hermanos. “De usted depende, señor presidente”.

Atentamente.
Relmutray Cadin Calfunao
Exiliada Política Mapuche
Suiza 02 de Septiembre 2010
P.D.- Pido a quien quiera que lea esta carta, que si tiene a bien visitar a mi madre la Lonko, Juana Calfunao Paillalef, lo puede hacer en la cárcel de mujeres, Callejón Carmines 0249, Temuco, IX Región, y a mi Hermano Waikilaf Cadin Calfunao Cárcel de Ango; o a mi Padre en Chile. Antonio Cadin Huentelao

Fuente: KAOSENLARED.NET

NO al cinismo


 Por Osvaldo Bayer
A veces las sociedades muestran rostros crueles y cínicos que nos hacen sospechar que el ser humano, en general, es acomodaticio y falso. Aunque nunca generalizaremos –por las muestras de coraje civil de tantos héroes del pueblo–, sin embargo nos hace sentirnos a veces inseguros y pesimistas. Por ejemplo, el cinismo de las autoridades chilenas con la huelga de hambre que sostienen los treinta y dos mapuches podría calificarse de despreciable, sin caer en el prejuicio ni en lo injusto. El caso ya es notorio, lo conoce todo el mundo, esos presos están en huelga de hambre ya desde hace 75 días y, para colmo, en las últimas jornadas ya ni siquiera toman líquidos. Siete de ellos han sido internados en el hospital de Concepción. Se ha levantado un clamor que trasciende los Andes y ha llegado a todas las latitudes.
Están detenidos desde los tiempos de la presidenta Bachelet, y ésta se defiende diciendo que están condenados por la ley antiterrorista y que ella pidió la anulación de esta ley pero su pedido fue rechazado por el Congreso nacional. Causa pena que la heredera de Salvador Allende haya permitido que se aplicara la ley antiterrorista aprobada por el dictador Pinochet. Y que ahora siga rigiendo bajo el nuevo mandatario Piñera, un heredero de la derecha que apoyó al criminal militar. Realidades latinoamericanas. Es lamentable que representantes elegidos por el pueblo sigan obedeciendo dictados de los que asaltaron el poder y cometieron delitos de lesa humanidad contra el pueblo.
Es la misma cobardía que demostraron aquellos gobiernos de nuestro país que aceptaron regirse por la ley de medios de comunicación de la dictadura militar de la desaparición de personas, ley que finalmente fue derogada después de más de un cuarto de siglo que siguió imperando en esta nueva democracia.
Estos héroes mapuches que llevan a cabo la huelga de hambre son tratados así porque defienden su tierra contra los avances de un capitalismo que destruye la naturaleza. La reacción de ellos fue legítima: oponerse para defender el medioambiente que siempre los ha rodeado. Se los acusó de terroristas y están siendo juzgados por tribunales militares porque así lo ordena la ley de Pinochet. Además fueron detenidos en forma oprobiosa por los mismos militares. Está todo descrito en las crónicas. Pero nada. Por eso empezaron con la única arma no violenta que puede comprometer a los injustos del poder: ofrecer la propia vida como protesta. La huelga de hambre. Con sus imprevisibles consecuencias.
Me han conmovido los llamados de esos verdaderos mártires. Por ejemplo, leamos este escrito de ellos:

“Nuestra propuesta para ustedes amigos, amigas, sectores sociales verdaderamente progresistas, hermanos libertarios, obreros y estudiantes, pueblo antisistémico y contestatario, hombres sinceros y hermosas mujeres conscientes: sumarse a nuestra lucha en un bloque amplio de participación, buscar en la lucha misma el fortalecimiento de sus propias propuestas que les identifiquen, utilizar este tiempo de protesta para encontrar a los amigos de los que nos priva el consumismo y el individualismo egoísta; invitar al compromiso social para desenmascarar a estos tiranos que se disfrazan de humildad y que por todos los medios intentan convencernos de que es necesaria su tiranía, socavar las entrañas de este sistema para construir con nuestras propias manos el futuro que merecemos... La lección de esto es que al contrario de los gobiernos que desprecian la vida y su propia historia, nosotros nos hacemos cargo de ella y amamos tanto la vida que la exponemos en esta privación voluntaria de alimentos... Amamos con ternura a nuestros hijos que extrañamos, también a todos los niños mapuches porque con nuestro dolor y sacrificio proclamamos la esperanza de su futuro... Hermanos mapuches, ámense, reprodúzcanse, tengan muchos hijos, recuperen, luchen y continúen amándose. Hermanos winkas pobres y solidarios, únanse, fortalezcan sus luchas, golpeen desde todos lados al poder que los oprime, reclamen lo que les pertenece y por supuesto ámense mucho y sean germen de generaciones de solidaridad”.


¡Qué lenguaje! Poesía y coraje. Y el gobierno elegido los hace juzgar por militares. Los militares que sirvieron y obedecieron a Pinochet. ¿A dónde quedó el paisaje, a dónde la mano abierta, a dónde el diálogo? ¿A dónde la verdadera democracia? Para ser pesimistas acerca del futuro del ser humano bastarían todas estas pruebas, pero nacen las palabras de estos hombres: “Hermanos... pobres y solidarios, únanse... ámense mucho y sean germen de generaciones de solidaridad” nos dicen ellos, los presos. No, es increíble, el ser humano no se rinde a pesar de la desaparición, del fusilamiento en canchas de fútbol, de la codicia del poder, de los uniformes para matar la vida. Por eso nos gusta la solidaridad con ellos que se ha desatado en tierra argentina.
Pero eso sí, el gobierno de Piñera exige de la Argentina que le entregue al luchador de la resistencia Galvarino Apablaza Guerra, que fue secuestrado en aquellos años y torturado bárbaramente por la dictadura militar chilena. Lo exigen los mismos jueces que actuaron durante la dictadura de Pinochet y que siguen en su oficio en la actual “democracia”. La Asamblea Nacional por los Derechos Humanos de Chile ha protestado enérgicamente por la pretensión de Piñera y sus jueces y destaca que esa actitud no es más que la continuación de una política de terrorismo de Estado. Es hasta increíble: la democracia chilena juzga a los mapuches con jueces militares y a la vez exige la entrega de un luchador antipinochetista a la Argentina. Me hace acordar con mucho dolor, cuando Alfonsín pactó con los carapintadas en aquella Semana Santa cuando desde el balcón de la Rosada dijo: “La casa está en orden, felices Pascuas” y accedió al “punto final” y a la “obediencia debida” mientras que después, en el caso de La Tablada, contra la izquierda, ordenó la represión al general Arrillaga, un brutal asesino de la dictadura, autor de La Noche de las Corbatas, en Mar del Plata, que hizo desaparecer en una noche a todos los abogados de derechos humanos de esa ciudad. Ese asesino, hoy juzgado por sus crímenes, fusiló, torturó e hizo desaparecer, en plena democracia, a varios de los invasores de ese cuartel. Claro, en ese caso eran izquierdistas.
Particularidades de nuestras democracias latinoamericanas. Para los derechistas uniformados, la complacencia; para la izquierda, todo el peso “de la ley”.
Creemos que en el caso de los huelguistas de hambre mapuches del sur chileno, defensores de su tierra y su naturaleza, debemos expresar, como latinoamericanos todo nuestro apoyo y nuestra protesta, para marcar nuestro futuro sin fronteras y por el respeto a nuestra naturaleza pensando en las próximas generaciones. Y que, ante todo, debemos proteger a quienes ofrecieron su vida en su lucha contra las dictaduras. Concesiones en ese sentido nos haría sentir que entramos en el mundo del cinismo.
 .....

Leer nota completa en Contratapa de Página 12 del 25/9/10

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Ayer mataron a Salvador Allende

“Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”.


Por José Pablo Feinmann *


Sería ingenuo no creer que el 11 de septiembre que el mundo recordará será el de las Torres Gemelas antes que el de Chile. El de las Torres tuvo una audiencia en simultáneo, un público atónito que asistía, compartiéndolo, en vivo y en directo, a uno de los acontecimientos más poderosos de la historia humana. No menos poderoso fue el de Chile, pero nos tenía más acostumbrados. Sin embargo, no bien se desplegó el terror pinochetista supimos que eso era nuevo, no tenía antecedentes. Lo mismo sucedió con el terror de la Junta argentina.

Ignoro si se ha reflexionado sobre un punto (sin duda, sí; pero merece ser ofrecido otra vez al análisis): el acontecimiento de las Torres y el de Chile no sólo comparten la fecha, sino mucho más. El país de las Torres (el Imperio) fue el causante directo del septiembre chileno. Chile nada tuvo que ver con la caída de las Torres. Pero Estados Unidos hizo el golpe de Pinochet, lo inventó a Pinochet y lo asesinó a Allende. Era parte de la política que se había otorgado para manejar las cosas en eso que llaman su “patio trasero”.

Desde que llegó a la presidencia, Ke-nnedy, que era un furioso anticomunista, advirtió que –durante el llamado período de la Guerra Fría– las acciones bélicas directas no tendrían lugar entre los dos bloques hegemónicos. Había, en ellos, un exceso de técnica bélica que lo impedía. El terror nuclear recomendaba una excesiva prudencia que los dos colosos ejercieron celosamente. Las luchas, entonces, se dieron en otras latitudes.


Demoraron en advertir que en América latina los comunistas se habían posesionado de Cuba, brillante tarea de esos barbudos que habían seducido y engañado a la CIA diciéndose democráticos, y que la CIA creyó que apenas venían a tirarles abajo a ese sargento Fulgencio Batista, un sanguinario impresentable, que había hecho de Cuba un prostíbulo y un garito para la mafia. Apoyaron a los muchachos de Fidel, que les dieron una enorme y pésima sorpresa: su líder se definió y definió a su movimiento como marxista-leninista. Decidieron aprender la lección: nunca más un Castro en América latina. Porque Estados Unidos decía no pretender apropiarse del mundo como los soviéticos, pero en verdad ya casi lo dominaba o ésa era su meta. Con justa razón, el profesor Chalmers Johnson consideró que había más simetría entre las políticas de la Unión Soviética y de los Estados Unidos de lo que los norteamericanos deseaban reconocer: “Si en el transcurso de la Guerra Fría la Unión Soviética intervino manu militari en Alemania Oriental (1953), Hungría (1957) y Checoslovaquia (1968), los Estados Unidos articularon el golpe en Irán (1953), la invasión de Guatemala (1954) y de Cuba (1961), ocuparon militarmente la República Dominicana (1965) e intervinieron en Corea (1950) y en Vietnam (donde sustentaron dictaduras y mataron a un número más grande de personas que la Unión Soviética en sus exitosas intervenciones)” (Chalmers Johnson citado por Luis Alberto Moniz Bandera en su notable ensayo: La formación del Imperio Americano). En una comparación inevitablemente odiosa y desagradable, posiblemente la CIA sea y haya sido una organización más cruel, más asesina y, sobre todo, más responsable de la llegada de regímenes genocidas al poder que la KGB soviética. Medio mundo o más no diría esto por la prepotencia, la supremacía que tienen los medios en la formación de la subjetividad de las personas. El cine, por ejemplo (gran herramienta de propaganda de EE.UU.), siempre ha mostrado a un agente de la KGB como alguien más siniestro que uno de la CIA, que, con frecuencia, es el héroe de la película. Jack Ryan, sin ir más lejos, tuvo la pinta y el carisma de Harrison Ford. ¿Quién, en la KGB, podía competirle? Pero un serio problema se le aparece a la Administración Nixon. En 1970, el socialista Salvador Allende, candidato de la Unidad Popular, gana de modo inobjetable las elecciones en Chile. Pese a que Allende propone una “vía pacífica” –o una “vía democrática”– al socialismo, Richard Nixon lo odia desde el primer día. Y desde ese día se propone echarlo del gobierno. Aquí debo mencionar dos documentales formidables con los que trabajo estas cuestiones y deben (creo) ser consultados: uno es casi una autobiografía de Robert McNamara y se titula La niebla de la guerra, el otro es una pequeña obra maestra de Chistopher Hitchens, Los juicios de Henry Kissinger. En éste, Hitchens nos muestra la pasión que pone Kissinger en dejar contento a su jefe, Nixon, y demostrarle que se puede hacer con un país lo que Estados Unidos desee. No aún con Chile, porque Allende acaba de ganar muy limpiamente “y nosotros respetamos la democracia”. Nixon acepta este dogma, pero tiene claro que –en caso de llegar a imponer una dictadura– siempre es mejor una dictadura no-comunista que una comunista (ver: Luis Alberto Moniz Bandeira, La formación del Imperio Americano, p. 278). Seguramente compartían este criterio las empresas que le hicieron saber acerca de la gravedad del asunto: la ITT, la Pepsi Cola y el Chase Manhattan Bank. Todas se comunicaron con el presidente de la CIA, Richard Helms. También lo hizo Nixon, en una reunión relámpago: se sentó, tomó un vaso de agua, dijo un par de cosas y se fue. Destinó 10 millones de dólares para la tarea de desestabilizar al “hijo de puta” –así le decía: SOB—, pidió acción inmediata, dejar de lado al embajador, poner los mejores hombres en la tarea y en 48 horas deteriorar la economía. A partir de ese punto empezaría el trabajo en serio.


Kissinger tenía un buen concepto de la habilidad política de Allende: por todos los medios exhibiría que no era un satélite soviético, a lo Castro, ni siquiera un gobierno abiertamente comunista. Pero no estaba dispuesto a mostrar que le creía. En suma, entre Nixon y Kissinger deciden hundir a Allende desde el primer día de su llegada al poder. Así se hace la historia. En tanto, en América latina se festejaba el gran paso de la llegada al gobierno por elecciones libres y democráticas de un gobierno socialista (aunque fuese con un margen leve: la Unidad Popular sólo alcanzó el 36,2%), en las oficinas de la CIA o en el despacho más privado de Nixon la tarea de destrucción ya estaba en camino. Precisamente en Los juicios de Kissinger, el halcón Alexander Haig (que anduvo por aquí tratando de arreglar la guerra de Malvinas) lanza una exclamación con la fuerza de un escupitajo iracundo: “¿Otro Castro en América latina? ¡Por favor!” O sea, ni locos. Allende debía caer.

.........otro decisivo factor que derrocó a Allende fue “el decano de la prensa chilena”, el centenario periódico El Mercurio. Agustín Edwards, su director, viajó hasta las oficinas de Nixon y volvió con dos millones de dólares para la tarea democrática a emprender. Desde sus páginas inflamadas de patriotismo anticomunista, El Mercurio llamó a la lucha a las conchetas chilenas, que son temibles. Inauguraron la moda de las cacerolas.

Todo está dicho. Allende se refugia en La Moneda y dice que no habrá de huir. Ahí se queda. Se hunde con su barco. Tiene puesto un casco de guerra y sostiene una metralleta. Da un último discurso: “Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”. Don Agustín Edwards, director del “decano de la prensa chilena”, habrá brindado con buen champán. Las conchetas, felices. Los obreros, perseguidos y asesinados. Allá, en el Norte, la CIA, Nixon y Kissinger, satisfechos. Allende se suicidó o lo mataron. Pero estuvo en su puesto hasta último momento. El 11 de septiembre que América latina recuerda y llora es éste. El otro, el de las Torres, ni sabemos quién lo hizo. Y, emperradamente, como le habría gustado a don Salvador, seguiremos creyendo que alguna vez, más tarde o más temprano, se abrirán las grandes alamedas. Y el primero en pasar por ellas será don Salvador Allende. Una enorme pancarta con su cara de hombre bueno, que soñó un sueño tal vez imposible, pero que él sostuvo hasta el final. Así, pocos, Salud, héroe, mártir, ejemplo perenne. En usted se encarnó lo mejor de la condición humana

* Extracto del artículo publicado en Página 12 (ver nota completa) el 12/9/2010

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¿El modelo cubano ya no funciona?

Es interesante analizar como penetran los medios de información en un campo fértil como es la mente colonizada. En el día de hoy, 09/09/2010, en  mi casilla de correo encuentro un mensaje de un contacto que dice :
        
 "Parece que Fidel, se dio cuenta que el modelo cubano no sirve, ni para la isla.."
            Saludos

No viene al caso citar el remitente, pero les aseguro que motivó mi curiosidad, por lo que empecé una búsqueda en Internet. Para sorpresa mía (no tanto), cientos de sitios del mas diverso pelaje reproducen este Titular :

         "El modelo cubano ya no funciona"

Para hacer la bajada, obviamente en una fuente mas chica:

"Un periodista estadounidense asegura que Fidel Castro pronunció esta frase durante un encuentro con el ex presidente en La Habana"

Si uno lee la nota, resulta que este periodista, Jeffrey Goldber, de una entrevista de 3 horas destaca esta frase. En principio, la veracidad de la misma es dudosa, dado que no esta expresada en primera persona. No fue el Comandante que la dijo públicamente, sino que este personaje asegura que la dijo.    Esto es suficiente para que la prensa y los medios de difusión de la derecha lo amplifiquen hasta transformarlo en una verdad virtual, en una construcción de un relato que hace estragos en  nuestras mentes, bombardeados hasta el hartazgo por estas agencias de desinformación que plantan semillas de duda y temor.
Todos sabemos de las continuas autocríticas que realiza el gobierno revolucionario de Cuba. Lo hace como elemento necesario dado la construcción dialéctica de un proceso inédito que se inició  hace mas de 50 años. En ese contexto hemos asistido a el reconocimiento de errores y la corrección de los mismos, siempre entendiendo que la realidad tiene sus propios inconvenientes. Nadie puede creer que en la vida de los pueblos no haya avances y retrocesos, menos en uno que sufre un bloqueo indigno y una agresión constate de parte de la mayor potencia mundial.
Por esto, este burdo elemento de propaganda que hace que los que quieren ver abajo del agua encuentren debilidades donde no las hay, es que publico el prologo para la publicación argentina del libro La Historia me Absolverá de Fidel  Castro. En el mismo, la periodista argentina Stella Caloni, hace una semblanza del Jefe de la Revolución Cubana a partir del hecho histórico del asalto al cuartel Moncada, recreando distintos momentos de las lucha del pueblo cubano por su dignidad, a través de sus palabras y de crónicas periodísticas.
Hoy mas que nunca, a partir de la intervención del imperio en muchos países de nuestra América, es necesario responder desde todos los ángulos posibles al Terrorismo Mediático que nos somete. Espero que este pequeño aporte sirva para eso.



Ernesto M. Nicolay  
Aclaración innecesaria: obviamente el Comandante Fidel Castro puso blanco sobre negro, y en la presentacion de su libro "La Controfensiva Estratégica" expone con claridad sus reflexciones, poniendo en contexto lo descontextuado por la prensa canalla. Leelo Aquí  

Continuidad histórica, dignidad y coherencia revolucionarias
Por Stella Calloni, Febrero 2008

Para analizar lo que significó la acción revolucionaria del 26 de julio de 1953, es necesario trazar una breve introducción sobre los momentos anteriores en Cuba.

El 10 de marzo de 1952 Fulgencio Batista dio un golpe militar apoyado por Estados Unidos, lo que sumió al país en un retraso enorme y una profunda postración. La crisis política devino en la feroz dictadura de Batista. Aunque el pueblo cubano había tomado conciencia de lo que estaba sucediendo, como víctima que era del terror de esos tiempos, no había una fuerza política con capacidad para enfrentar y derrocar a la dictadura.
A poco tiempo de la llegada de Batista, Fidel Castro, un joven abogado, recibido en 1950 y que se ocupaba de defender a los pobres, ya denunció en carta pública (1952) la ilegalidad del golpe y llamó al pueblo a luchar. “La hora es de sacrificio y de lucha. Si se pierde la vida nada se pierde. Vivir en cadenas es vivir en oprobio (…) morir por la patria es vivir” decía entonces.
En su carta a Batista, Fidel Castro le advertía que el golpe llevaría a la corrupción, a la represión, a la tortura, a la muerte de muchos cubanos y que después sucedería la reacción del pueblo que lo arrojaría del poder, como sucedió.

Escribió Castro entonces en su carta-alegato, del que sólo transcribo párrafos: “Atada de pies y manos, la nación contempló el desbordamiento del aparato militar que arrasaba la Constitución. Poniendo vidas y haciendas en los azares de las bayonetas(….) las más elementales garantías fueron suprimidas de un borrón. Como un botín fueron repartidas todas las posiciones administrativas del Estado entre los protagonistas del golpe. Cuando el Congreso pretendió reunirse acudiendo a la convocatoria ordinaria fue disuelto a tiro limpio”.

El alegato del joven Fidel Castro era un insólito desafío para la dictadura. Ya estaba al frente de un grupo de jóvenes, con fuerte inserción en el movimiento estudiantil y en sectores sociales y ante la gravedad de la situación política, se comenzó a preparar como un primer paso, el ataque al cuartel “Moncada” en Santiago de Cuba y el del cuartel “Carlos Manuel de Céspedes” en Bayamo.

Esto se produjo el 26 de julio de 1953, cuando al amanecer más de 150 jóvenes atacaron esos Cuarteles. En esos momentos, el cuartel Moncada -llamado así como homenaje a Guillermo Moncada, mayor general del Ejército Libertador- era el más importante fuera del área metropolitana de La Habana.

Fidel Castro Ruz, encabezaba a los jóvenes combatientes y aunque la acción del Moncada no triunfó, fue una victoria política tan importante, que en esas horas comenzó el proceso revolucionario que cambiaría la historia en Cuba y en América Latina.

Castro y sus compañeros asumieron la vanguardia del pueblo en su lucha contra la tiranía. Los jóvenes del Moncada habían encontrado sus fuentes en la prédica revolucionaria de José Martí. La magnífica obra martiana había dejado el gran fundamento moral para la lucha y legitimaba la acción armada.

En su histórico alegato: “La historia me absolverá”, Fidel Castro recordaba “…De igual modo se prohibió que llegaran a mis manos los libros de Martí; parece que la censura de la prisión los consideró demasiado subversivos. ¿O será que yo dije que Martí era el autor intelectual del 26 de Julio?”.

Batista respondió al Moncada con la terrible represión del movimiento: 52 revolucionarios murieron asesinados y 18 fueron detenidos y enviados a prisión, entre ellos Fidel, Raúl Castro y Juan Almeida comandantes luego de la revolución triunfante seis años después, entre otros compañeros de extraordinaria trayectoria.

El histórico juicio

En el libro “El Juicio del Moncada”, la escritora cubana, excelente cronista, Marta Rojas, relata todo lo sucedido desde el mismo momento en que el grupo de jóvenes revolucionarios intentó tomar el cuartel Moncada. Todo fue providencial desde ese día 26 de julio de 1953, cuando la entonces recién egresada periodista Marta Rojas, se encontraba cubriendo los tradicionales carnavales de Santiago de Cuba y junto al fotógrafo de la revista Bohemia, Panchito Cano, se vieron conmovidos al escuchar un tiroteo, que muchos atribuyeron a los fuegos artificiales de los festejos.

“De ninguna manera podía imaginarme en ese instante, que había comenzado a ser testigo excepcional de uno de los más grandes acontecimientos de la historia de Cuba y de América: el asalto al Cuartel Moncada por Fidel Castro y otros compañeros”, escribió Marta Rojas.

Si he elegido esta referencia de Rojas es porque ella se convirtió desde ese momento en la más importante cronista de los hechos que iban sucediendo, logró acercarse a las prisioneras Haydeé Santamaría y Melba Hernández, y pudo describir con extraordinaria precisión lo sucedido y los entretelones de una lucha heroica contra el dictador Fulgencio Batista.

Pero también en su libro nos permite acceder a lo que fue la comparecencia de Fidel Castro, quien en un momento toma tal autoridad que prácticamente se convierte en una especie de fiscal para sus interrogadores y fiscales.

¿Cómo fue aquel lugar donde juzgaron a Fidel Castro y sus compañeros? Recurrimos al testimonio de esos momentos. El 21 de septiembre habían comenzado el gran juicio contra el grupo de sobrevivientes del Moncada. El 16 de octubre debía ser juzgado Fidel Castro, cuando ya se habían leído las condenas a Raúl Castro Ruz, Juan Almeida, Haydee Santamaría, Melba Hernández y a otros compañeros.

El escenario preparado para el juicio contra Fidel fue el Salón de Actos de la Escuela de Enfermeras del Hospital civil Saturnino Lora.

Escribe Marta Rojas: “El 16 de octubre hacía un calor sofocante en Santiago de Cuba y más aún en la pequeña salita de las enfermeras atestada de muebles; en una habitación cuadrada de unos cuatro metros de largo por cuatro de ancho, y en la misma había un esqueleto dentro de una vitrina, objeto de estudio de las enfermeras, otra vitrinas con libros, un retrato de Florence Nightingale, dos escritorios: uno a la derecha de la entrada de la habitación y detrás de ese buró tres sillas. Ahí se sentarían los magistrados. A continuación de los magistrados había una mesita de centro y una butaca, era el puesto del fiscal; al extremo de la mesa de centro tenía sus papeles el secretario de Tribunales.

“Frente a ese rústico estrado del Tribunal, a la izquierda de la entrada de la habitación fue colocado otro buró de madera color caoba y detrás de él cuatro sillas para los abogados, Baudilio Castellanos y Marcial Rodríguez, el acusado Poll Cabrera y la hija del magistrado Mejías, (…..). a continuación colocaron una mesita y una silla que ocupó Fidel. Cerca de esa mesita estaba la cama Fowler, para el acusado Abelardo Crespo Arias convaleciente de una herida en el pulmón. En seis sillas de tijera nos sentamos los periodistas. Los escasos espacios vacíos los llenaron los escoltas. Nunca estuvo tan apretada la justicia como aquella mañana de octubre”.

Rojas describe las dificultades puestas a los periodistas y fotógrafos aquel día donde la acción de un fiscal logró que finalmente se registrara este valioso testimonio.

“Fidel llegó entre sus custodios-el teniente Vicente Camps y capitán Pedro Rodríguez Medrano- a las 9 en punto de la mañana, vestía un traje de lana azul marino, camisa blanca y corbata negra. Estaba bañado en sudor y llevaba las manos esposadas. En el trayecto por el corredor interior de la sección de pensionistas, hacia la salita de las enfermeras, lo interceptaron dos muchachas, María Antonieta Figueroa y Nilda Ferrer, maestra y empleada de comercio, respectivamente. Ellas querían expresarle la solidaridad de los estudiantes y de la población santiaguera. Este gesto sorprendió a Fidel e inquietó de tal manera a los guardias que cerraron la herradura que, como extraña formación “protegía” al acusado, quien con una mirada paralizó el avance de las muchachas hacia él”. En ese momento Fidel Castro estaba protegiendo a las jóvenes de las inevitables furias de Batista.

Cuando finalmente se inicia el juicio se le pregunta a Fidel si él fue parte de la insurrección armada contra el gobierno a lo que respondió afirmativamente y en el marco de las preguntas que se le hacen, toma la palabra para denunciar el asesinato de otros dos compañeros, acusar a un sargento batistiano y a otros miembros del ejército por los asesinatos del 26 de julio de 1953.

Es asombroso en aquel juicio como Fidel interpela a los testigos de cargo. Vale la pena transcribir el diálogo donde el acusado interroga al comandante Andrés Pérez Chaumont, uno de los grandes esbirros de Batista (Párrafo tomado del libro de Marta Rojas)

-¿Que hizo usted el 26 de julio - le preguntó Fidel a Pérez Chaumont

Y este contestó : -Salí de recorrido. Esa misma tarde hubo un tiroteo en el campo con algunas bajas enemigas y unos cuantos heridos por parte de nosotros. Por la noche fui al Moncada para informarle al coronel de lo ocurrido y volví a salir ordenando en esa nueva incursión que el teniente Rico se dirigiera a la Gran Piedra, donde habían alzados; horas más tarde me refirió su labor en esa zona, hubo un encuentro y le causó bajas al enemigo; esa tarde o al día siguiente no recuerdo exactamente, otra de las patrullas que operaba bajo mis órdenes en el campo, me informó que había detenido a dos de los asaltantes por un tejar y que los condujo al Moncada. Posteriormente el teniente Sarría entregó a un grupo de detenidos capturados en una choza y entre los que se encontraba Usted precisamente-respondió el testigo.

-Dígame Comandante ¿cuántos combatientes hubo en total en esas incursiones por el campo, que Usted dice que dirigía? -preguntó Fidel, como abogado que asumía su propia defensa.

-Hubo varios. La patrulla mía tuvo tres encuentros -contestó Chaumont.

-¿Y Usted recuerda el total de muertos de esas patrullas?-

-Si - responde Chaumont- causamos al enemigo 18 bajas por muertes

-¿ Y de parte de ustedes hubo bajas, muertos o heridos?-insistió Fidel.

-Hubo uno o dos heridos- dijo el testigo

-¿Y cómo se explica Usted que del grupo nuestro no hubiera heridos sino solamente muertos?….¿Usaban acaso ustedes armas atómicas? -inquirió nuevamente Fidel.

-No señor- no usábamos armas atómicas. Nuestras armas son las del regimiento….!no asesinas como las de ustedes! -contestó colérico.

El presidente(del tribunal) llamó al orden: -comandante, trate de usar el lenguaje correcto- advirtió Nieto .

-¿Nosotros, los revolucionarios no tuvimos heridos, ni detenidos, en esos encuentros, comandante?- insistió Fidel

-No, señor, sólo muertos-respondió Pérez Chaumont

-¿Y, no le parece raro, ya que en la guerra siempre hay más heridos que muertos?-señaló reiterativo Fidel

-En esas incursiones sólo hubo muertos por parte de ustedes; algunas patrullas hicieron detenciones, pero otras tenían más puntería y ocasionaban muertos en combate-reiteró Pérez Chaumont

-Me basta- dijo Fidel indignado.

Imaginemos la escena, Fidel acusado da un golpe de palabra a uno de los más duros hombres de Batista.

Esto lo definía de una forma contundente. Aquel juicio, la historia de los revolucionarios, los jóvenes muertos en el intento de terminar con la feroz dictadura de Batista, se convertirían en llama sobre el fuego de la revolución. El gran impacto fue el discurso de defensa de Fidel que duró dos horas en ese escenario que tan bien describió Marta Rojas.

Castro había escrito su alegato cuando estaba incomunicado, en condiciones muy difíciles, donde ni siquiera podía hablar con su abogado. Preparó su defensa y su discurso en la Prisión Provincial de Oriente, a donde lo llevaron el 1 de agosto de 1953.

A partir del 25 de septiembre fue incomunicado, pero se las arregló para mantener contacto con los compañeros con ayuda de presos comunes incluso y abogados. Su alegato estaba preparado con rigurosa minuciosidad y lo memorizó. Así pudo dejar a un lado su manuscrito y sólo se reservó las citas sobre hechos históricos de Cuba cuando fue llevado ante el tribunal.

Condenado a 15 años de prisión, se lo envió a una cárcel en Isla de Pinos, con amigos primero, y confinado solitariamente después.

Allí reconstruyó su discurso tal como estaba en su memoria y en forma clandestina logró enviarlo en fragmentos fuera de la cárcel en cartas a Melba Hernández, Haydée Santamaría y Lidia Castro. Con la ayuda del padre de Melba, podían mecanografiar las cartas y así reconstruir el discurso, que contenía no sólo su defensa extraordinaria sino las bases doctrinarias de la Revolución y una denuncia inapelable sobre los horrores de la dictadura de Batista.
El sabía entonces que el documento tenía un enorme valor político y así lo expresaba en sus cartas. El 18 de junio de 1954, les pedía en una carta a Melba y Haydé imprimir una cantidad de ejemplares de “La Historia me Absolverá”.
“Ahí está contenido el programa y la ideología nuestra, sin lo cual no es posible pensar en nada grande; además la denuncia completa de los crímenes, que aún no se han divulgado suficientemente y es el primer deber que tenemos para los que murieron. Expresa también el papel que desempeñaron ustedes dos y que debe saberse para que ello facilite el trabajo que tienen que realizar. Hecha esta labor indispensable, viene después otra serie de trabajos de organización y proselitismo que estoy estudiando (…) Darle ahora preferencia a los gastos del discurso, para lo cual estoy seguro que muchos les ayudarán, porque es el documento más terrible que pueda publicarse contra el gobierno.”

Aconsejaba las medidas de precaución para que no se conociera el lugar donde estaban los impresos y así impedir que nadie fuera detenido por esa causa e instaba a actuar “con el mismo cuidado y discreción que si se tratase de armas.”

En realidad allí estaba el Programa revolucionario. De ahí su insistencia y ya en octubre del 53 cuando había sido condenado el folleto se estaba distribuyendo y circulaba en manos de miles de jóvenes, intelectuales y trabajadores.

Para entender lo que esto significaba es importante también establecer en el contexto en que comenzaba esta lucha revolucionaria en la isla de Cuba, cuando este país, Haití y República Dominicana eran Estados formalmente independientes, pero en realidad sujetos a la dependencia colonial de Estados Unidos, prácticamente desde que este país ascendió a su etapa imperialista. Ocupación militar, inversiones, todo estaba allí.

Precisamente esta lucha heroica surgía en un escenario donde el fascismo se consolidaba y en la década del 50 se instalaron las dictaduras de Trujillo en Republica Dominicana y de Francois Duvallier en Haití.

¿Cuántas veces se cita el contexto subregional en que nació la Revolución Cubana? Los personeros del poder imperial en el mundo, ¿imaginaron acaso que aquellos jóvenes del Moncada, decididos a lograr la liberación de su patria, estaban abriendo el camino hacia la revolución de 1959?.

Una revolución que no ha sido doblegada a pesar de los permanentes embates de ese poder. Muchos de aquellos jóvenes entregarían su vida y los sobrevivientes dieron una lección de coherencia. Algunos de ellos fueron los mismos que llegaron tres años más tarde en aquel pequeño gran barco que andaba entre las neblinas dando luces.

¿Quién podría imaginar que sobrevivientes del Moncada vendrían en el Gramma a comenzar una Revolución que sobrevive contra todos los ataques de la potencia imperial más grande del mundo, casi medio siglo después?

Estados Unidos imaginaba ese Caribe bajo su mano de hierro, cada vez más en sus manos después del golpe del 10 de marzo de 1952 del sargento Fulgencio Batista,

En Centroamérica, bajo dictaduras diversas, estaban soterradas, pero vivas, las banderas de Augusto César Sandino, de Farabundo Martí, de Morazán. Habían pasado cinco años desde el asesinato en Colombia de Jorge Eliécer Gaitán (9 de abril de 1948) y del “bogotazo” la rebelión popular contra ese crimen de la CIA. Rebelión ahogada en la sangre de casi 300 mil colombianos, de los miles que siguieron muriendo a lo largo del siglo XX y hasta hoy. En 1954 se había invadido Guatemala, para derrocar al gobierno popular de Jacobo Arbenz Guzmán, y allí comenzaría la larga noche de las dictaduras militares que produjeron en ese país las primeras desapariciones forzadas masivas, dejando como consecuencia, más de 90 mil desaparecidos y más de cien mil muertos, como se estableció en los años 90.
El 4 de febrero de 1955, Batista tomó posesión del gobierno de Cuba para dar continuidad a su régimen dictatorial después de ser “elegido” presidente, porque sus adversarios políticos se negaron a participar en ese circo electoral. El 13 de mayo de ese mismo año firma la amnistía ante la enorme presión popular, que fue sancionada por el Congreso.

En 1955 Fidel va a México y allí precisamente se encontraría con Ernesto “Che” Guevara, que había vivido la tragedia de la invasión de Estados Unidos a Guatemala, un año antes. Destinos mágicos estos encuentros.

Pero la Revolución había nacido en aquel alegato de extraordinaria vigencia del joven abogado que desafió a la justicia del gran poder con esa pieza magistral que fue “La Historia me absolverá”. El comandante Fidel Castro entró en realidad en la historia ese día y para siempre.

Ese alegato además significaba la continuidad histórica de los revolucionarios que habían luchado por la liberación de Cuba. Era el ideario de Jose Martí. El Manifiesto de Montecristi, firmado el 25 de mayo de 1895 por Martí y Máximo Gómez, fue la llama revolucionaria imaginativa y deslumbrante que levantó a Fidel y sus compañeros de lucha y que alentó la sacrificada resistencia del pueblo cubano.

En 1955 se publicaron en el exterior versiones del discurso de Fidel. Pero en 1975 la revolucionaria Celia Sánchez decidió que se rescatara la versión original de 1954 y la de 1955 para mantener la fidelidad al texto primero. Y fue publicado por la Editorial de Ciencias Sociales. Hubo ediciones importantes con notas y análisis donde se remarcaba que el discurso de “La historia me absolverá” había cumplido largamente con la estrategia de propaganda revolucionaria y además como la mayor denuncia contra la dictadura, sus orígenes, sus causas y consecuencias, la criminalidad del régimen batistiano. Pero también el alegato fundamentaba la resistencia y la lucha de liberación. En ese discurso estaba escrita la tragedia de la sociedad cubana- que era a la postre la tragedia latinoamericana- y el programa de acción revolucionario para revertir esa situación. Se reafirmaba la continuidad revolucionaria con la lucha independentista que había quedado claramente establecida cuando Fidel Castro afirmó ante sus captores, que el autor intelectual de los hechos era José Martí. El lenguaje político era de una fuerza avasalladora, y además se esbozaban los planes de un gobierno revolucionario, con sus leyes revolucionarias y Fidel hablaba ya de la solidaridad con América Latina. Era un programa dicho en un lenguaje renovado, sin dogmatismos, abierto y sencillo para llegar al pueblo con toda la intensidad del mensaje.

Fidel Castro además destruyó los falsos argumentos jurídicos de la dictadura y cambió la perspectiva sobre el significado de aquel 26 de julio que pasó a transformase en una acción atenida al derecho de los pueblos a luchar para salvar a la República y en legítima defensa de un pueblo sometido a una dictadura brutal. El derecho a la rebelión, a la liberación.

“En el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Estos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana”.

Como bien marca el gran escritor cubano Alejo Carpentier -ya fallecido-en su prólogo al libro de Marta Rojas en 1979, sólo seis años después “de que el futuro comandante Fidel Castro dijera a sus jueces en Santiago “condenadme, no importa, la historia me absolverá”, se produjo el triunfo de la Revolución Cubana.

Falta muy poco tiempo para que se conmemoren los 50 años del comienzo de esa Revolución, una historia de heroísmo y de enormes valores para la humanidad, un hecho luminoso para nuestra América y el mundo. Esa fecha coincidirá con el momento en que recrudecerá la agresión del imperio contra Cuba, una isla pequeña pero enorme en dignidad, situada a sólo 90 millas de la nación más poderosa de la tierra y cuyos gobiernos determinaron que la Revolución y el pueblo cubano son los “enemigos” a destruir.

A lo largo de los años han intentado asesinar a Fidel Castro infinidad de veces recurriendo a increíbles planes, algunos primitivos y otros sofisticados, que siempre fracasaron.

No hace mucho tiempo en el marco de los preparativos en Estados Unidos para “preparar la transición “en Cuba, como si hablaran de su territorio y no de una república independiente, el legislador republicano Lincol Díaz Balart, de orígen cubano, convertido en un victimario de su propio país en esa cuna de lobos que es Miami, propuso públicamente asesinar al Presidente Castro así como infiltrar espías estadunidenses entre los turistas extranjeros que visitan la isla. “En Cuba se impone un magnicidio”, dijo Díaz Balart en una entrevista en Canal 41 de Miami, hablando como miembro del Congreso de Estados Unidos y proponiendo una acción terrorista, sin que hubiera una sola reacción.

Y también lo han propuesto varios republicanos como Bill McCollum. Durante años han tramado las más asombrosas conspiraciones y han confesado las acciones frustradas para asesinarlo.

En el año 2004 el presidente cubano, cuyos discursos son un seguimiento permanente de la situación interna en su país y en el mundo, envió una carta a la11ª Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo,(UNCTAD).

Lo hizo desde un país pequeño, al que la mayor potencia universal ha declarado una guerra cruel que data de casi medio siglo, con el mayor bloqueo criminal que recuerde la historia del mundo. Cuba debe crecer, desarrollarse, alimentar a la población, producir los más altos niveles de educación y de salud, y además ser la llama de la solidaridad, sometida al encierro, a la agresión constante. En los últimos años, cada puerta entreabierta sirvió para que el poderoso enemigo produzca sabotajes y prepare intervenciones e invasiones de todo tipo. Tal como lo piden sin tapujos los hombres del poder imperial.

Y, a pesar de todo eso en su carta Castro reiteró el compromiso de su país con la cooperación y dijo que no vacilará “en continuar brindando su solidaridad desinteresada y su apoyo a los pueblos del Tercer Mundo”.

La UNCTAD, fue fundada hace más de 40 años, nació-como escribió Fidel- como una “noble tentativa del mundo subdesarrollado por crear en el seno de Naciones Unidas, a través de un comercio racional e justo, un instrumento que sirviera a sus aspiraciones de progreso y desarrollo..”.

En esos tiempos “eran muchas las esperanzas, sobre la ingenua creencia de que las antiguas metrópolis habían adquirido conciencia del deber y la necesidad de estar de acuerdo con ese objetivo (de la ONU) Hoy el terrible flagelo del intercambio desigual apenas es mencionado en discursos y conferencias”.

Castro dio entonces las cifras de la tragedia universal recordando que en los países pobres vivía el 85 por ciento de la población mundial, pero su participación en el comercio internacional era apenas el 25 por ciento. La deuda externa de esos países en 1964 -año en que nació la UNCTAD- giraba en torno a los 50 billones de dólares y en el 2004 alcanzaba a 2, 6 trillones de dólares. Y dijo más: que entre 1982 y el año 2003 (21 años)el mundo pobre pagó 5,4 trillones de dólares por el servicio de la deuda, lo que significa que su deuda fue pagada más de dos veces a los países ricos.

Denunció que en el año 2003, el Tercer Mundo recibió como “ayuda oficial para el desarrollo” 54 billones de dólares. Pero ese mismo año los pobres pagaron a los ricos 436 billones por servicio de la deuda. Y mientras tanto el país más rico del mundo destinó apenas el 0,1 por ciento para este fin, sin cumplir las metas trazadas. En los pagos realizados por países pobres no están incluidas las enormes sumas que se arrebatan por el intercambio desigual, o por los caminos sinuosos de los llamados tratados de libre comercio impuestos a las naciones “incapacitadas de competir con la sofisticada tecnología, o el monopolio casi integral de la propiedad intelectual en esos inmensos recursos de los países ricos”.

Y en todo ese formidable discurso habló del pillaje, la explotación inmisericorde de nuestros pueblos, la especulación financiera, la invasión cultural y de los robos imposibles de enumerar, pero que significan el avasallamiento permanente y el genocidio que nos han impuesto.

Castro recordó que todo el dinero del mundo va a Estados Unidos para que ese país se proteja de la inestabilidad monetaria y la fiebre especulativa, que provoca su propio orden económico. Habló de las consecuencias de la globalización neoliberal para recordar las cifras del hambre en el mundo y decir “lo que se practica contra la humanidad, es un crimen permanente de genocidio”:

Como aquella vez en los tribunales de Santiago de Cuba, Castro resumió buena parte de sus denuncias donde asume la voz de los millones de analfabetos, y de las decenas de millones condenados a morir por la injusticia mundial y que suman más que las víctimas de las dos guerras mundiales pasadas.

“Esto pasa todos los días, a toda hora, sin que ninguno de los líderes del mundo desarrollado y rico dedique una palabra a esa situación” dijo en su reflexión y su demanda.

Como alguna vez en los años 1985 cuando advirtió que la deuda externa sería incobrable e impagable, al comenzar el siglo XXI advirtó que la humanidad tiene más de 6.350 millones de habitantes, que deben ser vestidos, calzados, alimentados, albergados y educados y que esa cifra ascenderá inevitablemente a diez mil millones en 50 años y para entonces no habrá reservas de combustible probadas o a probar en un planeta que tardó 300 millones de años para crearlas y la contaminación de las aguas y la atmósfera, y la destrucción con que el capitalismo avanza como un huracán destructor de todo lo vivo.

“El sistema imperialista que hoy impera, para donde inevitablemente fue evolucionando la sociedad capitalista desarrollada, ya llegó a un orden económico global neoliberal tan impiadosamente irracional e injusto, que es insustentable. Y los pueblos se van a rebelar contra esto”.
Razonó además que no se necesita que traten de inventar partidos, ideologías o agentes subversivos y desestabilizadores de Cuba y Venezuela, para detener “esa justa y única posibilidad de sobrevivencia que es la rebelión de los pueblos.”.
Fidel se refirió también a las sociedades de consumo y lo que esto ha significado para producir ignorancia política y económica generalizada, mediante manipulación de “la publicidad comercial y política a través de fabulosos medios que creó la ciencia”.
Denunció asimismo los peligros que amenazan al mundo cuando existen decenas de millares de armas, diez veces más poderosas y precisas que la bomba atómica que fue arrojada sobre Hiroshima, más de 60 años atrás, cuando por primera vez en la historia el hombre ha desarrollado la capacidad técnica para su total destrucción
Y en esa misma carta conmocionante advirtió sobre las temibles guerras preventivas y la amenaza del uso de las armas más sofisticadas en cualquier lugar del mundo, “una barbarie que empalidece” a la que se proclamó en “los días tenebrosos del nazismo”.

Guerras de conquista y de sádicos métodos de tortura, que recuerdan las imágenes divulgadas después de la guerra mundial. Nada dejó en el tintero Fidel Castro en su carta a UNCTAD. Habló de cómo se socavan y debilitan los organismos que deben asegurar la democratización y la paz en el mundo.
“O cambia la situación mundial o la especie corre el riesgo de extinción. Los pueblos serán ingobernables y no existen métodos represivos, torturas, desapariciones y asesinatos en masa que podrán impedirlo, porque luchan por la sobrevivencia de sus hijos y de los hijos de sus hijos y estos no estarán solamente en el Tercer Mundo sino igualmente lo harán todas las personas del mundo rico”.
Por eso vale en estos tiempos de retornos coloniales, de salvajismo imperial, en que sólo la dignidad nos puede salvar del abismo y el genocidio, releer “La historia me absolverá” y los textos acumulados a través de los años donde Fidel recoge y reaviva la llama de la dignidad humana.
Y su actuales “Reflexiones” conque continúa desde su lugar de recuperación enseñando a enseñar, desmenuzando los momentos políticos actuales, las características del imperio, las nuevas ideas que marcan el debate. Habla al mundo a través esas “Reflexiones” con una sinceridad sobrecogedora, como un anuncio de los nuevos tiempos y una demostración inequívoca de la sobrevivencia de la dialéctica.
Cuba es una eterna llama de vida donde un pueblo de extraordinaria valentía, protagoniza una hazaña de resistencia que permanecerá como un legado para la humanidad a través de los siglos. Y más aún en estos tiempos donde cinco jóvenes cubanos que intentaban impedir el terrorismo organizado desde Miami contra su país, se han convertido en rehenes del imperio y en héroes de Nuestra América.
Esta América, donde los pueblos, han protagonizado una y otra vez heroicas resurrecciones y luchas y hemos aprendido la lección de la revolución cubana.
Hemos aprendido que un pueblo sólo puede resistir como lo ha hecho el cubano si hay una dirigencia de valores tan eternos como requieren todas las circunstancias.
Y es ahí donde aparece la figura del Comandante Fidel Castro y sus palabras que surgen de nuestra propia historia, de las entrañas de América Latina, y nos acompañan todos los días en cada gesto de dignidad, de resistencia y solidaridad. Cuba nos dice que “sí se puede” y se debe poder hoy cuando se juega el futuro de América Latina, porque no es posible otro siglo perdido con un regreso colonial violento.
Volver a leer “La historia me absolverá” nos muestra que la continuidad y coherencia han sido la base de la resistencia en Cuba. Que una isla situada a 90 millas de su agresor, nada menos que la mayor potencia del mundo, sobreviva a todo lo actuado por ese enemigo, es un hecho único, que sobrevivirá a todos los tiempos.
Esa misma dinámica de la historia habrá borrado y sumido en los sótanos del olvido a los traidores, los pusilánimes, los mediocres, los cobardes, los sirvientes de ese poder. “La Historia me Absolverá” es un texto de canto a la vida y la dignidad, un espejo-lago donde mirarse para ponerse de pie y andar.

Gracias a Fidel por la vida que nos sopló para siempre.
Stella Calloni
 http://www.cubadebate.cu/opinion/2010/07/26/continuidad-historica-dignidad-y-coherencia-revolucionarias/

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