Análisis de la situación actual de la revolución bolivariana
Por Fernando Dorado
¿Qué
pasa realmente en Venezuela? El análisis de la actual situación de
Venezuela es muy importante para el futuro de la revolución en
Latinoamérica y en el mundo. Comprender el movimiento complejo – no
lineal – de la lucha de clases “interna”, la interferencia de fuerzas
geopolíticas, y la idiosincrasia del pueblo venezolano, es fundamental
para acercarnos a esa realidad, entenderla y actuar en consecuencia.
Es
claro que la lucha de clases “interna” no puede desligarse de los
intereses del capitalismo que se expresa como imperialismo neo-colonial
y, a la vez, como imperio global. Sin embargo, la lucha interna tiene
sus propias dinámicas que juegan a favor y en contra de esa
intervención. Lo mismo a nivel cultural. La religiosidad sincrética, el
espíritu pacífico y festivo, el nacionalismo independentista, la
tendencia consumista en boga y otros factores culturales, juegan de una u
otra manera, no sólo entre las diversas clases sociales sino en
diferentes momentos y escenarios.
La lucha de clases interna
Una
primera aproximación a la reciente historia de Venezuela nos permite
decir que el proletariado, en sus diferentes expresiones (trabajadores
asalariados de diverso nivel y precariedad, campesinos pobres,
pobladores de las barriadas que viven de la economía popular, “clases
medias” bajas), ha sido la base social de una revolución
anti-oligárquica, que fue adquiriendo paulatinamente una fuerte
conciencia nacionalista, anti-estadounidense y que se ha insinuado
“socialista” más por obra de su principal dirigente – Hugo Rafael Chávez
Frías – que por una tradición cultural de ese tipo.
Ese
proletariado venezolano no ha logrado construir – hasta ahora – una
vanguardia dirigente cualificada, organizada y unificada. Se apoyó
durante las dos últimas décadas en un caudillo popular que evolucionó
desde una posición “tercerista” hacia un “socialismo popular y
cristiano”, que ha recogido elementos de otros socialismos pero que
todavía se muestra difuso y vago, mucho más cuando su principal ideólogo
no pudo – físicamente – continuar con su obra.
La
falta de esa dirección colectiva fue temporalmente subsanada por el
papel de su principal dirigente: Chávez. Él fue (y aún lo es) la
materialización de un pueblo en su conjunto, con todas sus
contradicciones y limitaciones, y representa también, en forma compleja
(que para muchos es incomprensible y paradójico), al proletariado
venezolano y mundial. Chávez evolucionó desde una posición nacionalista-democrática de corte eminentemente “bolivariana”, que
buscaba una “tercera vía” entre capitalismo y socialismo, hacia una
posición decididamente socialista que denominó “Socialismo del Siglo
XXI”, tomando una expresión de Heinz Dieterich Steffan. Su ideario
socialista y su estrategia revolucionaria estaban en plena construcción
cuando murió.(sigue en Leer Más)
La
ausencia de una dirección colectiva de carácter proletario, de una
teoría política cohesionada y orientadora, y de una praxis
revolucionaria de nuevo tipo, no es un problema particular del pueblo
venezolano sino una dificultad del proletariado mundial, que recién
empieza a reaccionar frente – por un lado –, a la derrota histórica en
que se constituyeron las diversas experiencias de “socialismo del siglo
XX”, y – por el otro –, a la arremetida neoliberal de un capitalismo
relativamente triunfante.
Sin
embargo la vida no da tregua. La agudización de las contradicciones
societales tanto a nivel mundial como en los países periféricos, crea
condiciones favorables para que las clases sociales subordinadas actúen,
desplieguen sus fuerzas cohesionadas durante ésta etapa, aparezcan
nuevas lecturas de la realidad y surjan prácticas revolucionarias – que
en medio del hacer y el corregir – van configurando nuevos paradigmas y
visiones del mundo.
En
Venezuela otras clases sociales diferentes al proletariado estaban
mejor preparadas para colocarse a la cabeza de la revolución
democrática-nacionalista que hoy está en pleno desarrollo. Sucede igual
en el resto de América Latina y el mundo. La pequeña-burguesía, la
burguesía nacional y la burguesía burocrática, que en diferentes
momentos le habían disputado el poder a la oligarquía pro-imperial,
aprovechan las circunstancias revolucionarias y se empoderan – no sin
fuertes tensiones y contradicciones –, en la dirección del proceso.
Incluso,
no es que estas clases pequeño-burguesas y burguesas se pongan en forma
total del lado de la revolución. Por el contrario, son los elementos
más avanzados de esas clases sociales, que habían heredado tradiciones
culturales de lucha por libertad, independencia y autonomía, los que se
colocan decididamente a la cabeza de esa lucha, identificando (y a la
vez, camuflando) sus intereses sectoriales con formas nacionales y
democráticas para ganar la voluntad del grueso del proletariado. Entre
ellos se destacan los militares nacionalistas, los dirigentes sindicales
de los trabajadores estatales y la intelectualidad con formación
marxista.
Gobernar con un aparato estatal heredado
Es
evidente que al llegar al gobierno por la vía electoral, la dirigencia
revolucionaria se ve enfrentada a una situación contradictoria que no es
fácil de manejar. Por un lado, tienen que ponerse al frente de un
aparato estatal burocrático heredado. Tienen que gobernar con un “Estado
que no es el nuestro”, como diría Lenin, que es un aparato al servicio
del gran capital, clientelar y clientelista, corrupto hasta los
tuétanos, eficiente para darle gabelas a los capitalistas e ineficaz
para resolverle problemas al pueblo y a los trabajadores.
Por
el otro, en forma apresurada e improvisada tienen que ofrecerle
soluciones al proletariado y al pueblo en su conjunto, para poder
mantenerse – elección tras elección – al frente del gobierno, mientras
el verdadero poder existente, el de la burguesía parásita, hace todos
los esfuerzos por sabotear la gestión del nuevo gobierno, impedir que la
renta petrolera sirva de base de apoyo para financiar los programas de
inversión social, y generar desconfianza en la capacidad de los nuevos
gobernantes entre amplios sectores de la sociedad.
Es
así como la dirección revolucionaria decide implementar las “misiones”.
Con la ayuda del gobierno cubano diseña e impulsa estrategias para
resolver, así sea temporalmente, la contradicción entre tener que
llegarle al pueblo con planes y programas de impacto para su vida y,
simultáneamente, asumir la administración de un aparato estatal
burocrático, corrupto, ineficaz y saboteador, que es una traba para
obtener resultados inmediatos.
La
ofensiva contra-revolucionaria con el golpe de Estado y el paro
petrolero de 2002, y la contra-ofensiva revolucionaria que protagonizó
el pueblo y los trabajadores venezolanos, le permitieron a la dirigencia
bolivariana controlar la riqueza petrolera, ensanchar y fortalecer las
misiones, ampliar y ganar nuevos sectores para su base social. Sin
embargo, los afanes electorales y demás circunstancias propias de las
contingencias de un proceso nuevo, además de la falta de una
experiencia, en medio de la lucha interna dentro de la heterogénea
dirigencia bolivariana, que muchas veces era resuelta por la influencia,
personalidad y autoridad del Comandante Chávez, llevaron –
inevitablemente – a cometer serios errores, unos que corresponden a
problemas y deficiencias estructurales (desarrollo real de las
relaciones sociales de producción y de las fuerzas productivas), y otros
que tienen que ver con el diseño de la línea política (desarrollo de la
conciencia política).
Los “errores”, limitaciones y deficiencias estructurales
Entre
esos “errores”, los más importantes tienen que ver con la incapacidad
para construir formas de poder revolucionario, por la base, en lo que el
pueblo venezolano no tiene mucha experiencia ni tradición. Existen
redes, sindicatos, asociaciones, formas de comunicación popular, pero no
ha existido una verdadera experiencia de tipo organizativo con visión
de poder. Pero el factor decisivo consiste en que la dirigencia
revolucionaria escogió el escenario estatal, institucional, como el
centro de su actividad política, dejando a un lado la construcción
diaria y rutinaria de un nuevo poder proletario y revolucionario
(democracia directa). La línea que se impuso – y no podía ser de otra
manera – fue la de participar y “apropiarse” de las instituciones
“democráticas” estatales y ponerse a la cabeza de los gobiernos locales y
regionales. A pesar de la aprobación de leyes y planes gubernamentales
sobre “poder popular y comunal”, los principales cuadros de la
revolución se dedicaron a la gestión gubernamental y al parlamentarismo
estatal de tipo institucional. Los “círculos bolivarianos” – base social
organizada en la primera etapa de la revolución – quedaron a la deriva y
a mitad de camino. Los dirigentes revolucionarios, en su gran mayoría,
fueron “apropiados” y absorbidos por el aparato estatal y su dinámica
burocrática.
Ese
“error” tiene su explicación en las limitaciones estructurales del
proceso, que son determinantes por la importancia que adquieren las
deficiencias conceptuales de la orientación política. A pesar de las
reiteradas orientaciones de Chávez, del estímulo retórico de los
dirigentes a la organización popular, se fue imponiendo la práctica
tradicional en las relaciones entre el gobierno revolucionario y las
bases sociales. Un nuevo clientelismo se fue incubando y una nueva forma
de ascenso social y político de los dirigentes se fue abriendo camino.
Sucede en todas las revoluciones y es un problema no resuelto.[1]
El
otro “error” – que está íntimamente relacionado con el anterior – se
manifiesta en la incapacidad del gobierno revolucionario para iniciar,
con consistencia, un trabajo continuado y permanente, apoyándose en los
sectores laboriosos de la sociedad (trabajadores, pequeños y medianos
productores, científicos y técnicos), por construir una base económica
“propia”, “nacional”, “popular”, alterna a la economía dependiente de la
renta petrolera, que ha sido la base de la fuerza social y económica de
la burguesía venezolana.
No
se percibió desde un principio – lección que debemos aprender otros
pueblos y el proletariado de otros países – que los recursos que se
irrigan en la sociedad para salud, educación, servicios, vivienda,
alimentación, infraestructura, etc., de una u otra manera son
canalizados hacia el sistema productivo y de intercambio, y que mientras
no existan sistemas de apropiación social de la riqueza, dichos
recursos se van a monetizar y van a fortalecer – en el mercado
capitalista – a las fuerzas sociales que tienen el control de ese
mercado, que en este caso es la burguesía parásita. Así, durante estos
últimos 15 años la transferencia de recursos de la renta petrolera a los
capitalistas comerciales, improductivos y especuladores, ha sido
incalculable, y muchas de esas fortunas hoy no están en Venezuela,
constituyéndose en un desangre enorme para la economía venezolana.
La
principal lección es que el problema no es solamente la formulación de
una política. Es la ejecución y operación práctica de una política que
Chávez definió como “sembrar el petróleo”, lo que está en juego. Es la
correlación real de fuerzas lo que define esa situación. Es claro, por
tanto, que al interior del “proceso de cambio” existen fuerzas sociales
interesadas no sólo en mantener la actual situación sino que realizan
diversas actividades para sabotear cualquier tipo de acción que ponga en
peligro sus intereses.
La
pequeña-burguesía en Venezuela no tiene otro camino de ascenso social y
económico que desplazar del poder político y económico a la burguesía
pro-imperial, incluso sin cuestionar su dependencia y parasitismo. La
guerra por el control de cambios que implementó el gobierno bolivariano
es una expresión de esa lucha entre una burguesía ascendente
(“emergente”) que se apoya en el control del Estado para desplazar a la
burguesía tradicional que era experta en importaciones y
“exportaciones”, reales y ficticias, y en el uso de todo tipo de trampas
y corruptelas para hacerse con la ganancia.
Es
más, el monopolio del Estado sobre el comercio exterior, que es una
medida extrema y requiere de una correlación de fuerzas muy favorable al
proletariado y al pueblo, si no está acompañado de un control estricto y
masivo por parte de órganos de poder popular, también puede convertirse
en otra forma de apropiación privada en manos de quienes tengan el
control burocrático del Estado como ocurrió en la Unión Soviética y en
todos aquellos “Estados socialistas” que implementaron ese monopolio
estatal.
Los “aciertos”, la cultura y la espiritualidad
Una
de las deficiencias de los socialismos del siglo XX fue no entender la
fuerza e influencia de los aspectos culturales en los procesos sociales
(étnicos, nacionales, culturales, religiosos), que Lenin preveía o
sospechaba, y que han demostrado ser factores muy importantes para
nuestras luchas. Esos aspectos culturales han demostrado que son una
especie de soportes espirituales de los pueblos, entre los cuales el
proletariado – así sea la mayoría de la población – es influido
fuertemente por ellos. Al contrario de lo que pensaba Marx (“opio del
pueblo”), esos aspectos culturales pueden ser aspectos positivos frente
al proceso de homogeneización que impulsa el imperio global: son parte
de la resistencia. Todo depende de cómo se asuman. Ello está relacionado
con el tema ambiental, que en el caso de Venezuela – dada la
dependencia del petróleo – no se plantea como parte de la crítica al
"extractivismo".
Es
por ello que ésta visión crítica al proceso venezolano no es "drástica"
(no nos rasgamos las vestiduras) sino en cierto sentido "suave"
("comprensiva"), tratando de entender las limitaciones estructurales y
conceptuales (que de alguna manera también son estructurales miradas
desde el ámbito mundial) y sobre todo, tratando de comprender los
problemas que ha tenido que enfrentar, las contradicciones de clase, la
presión del imperio, y también los “aciertos”. En fin, tratamos de
alejarnos del campo de los que juzgan como si fuera una tarea fácil.
Chávez es un fenómeno espiritual y político que todavía está por ser
estudiado. Es más, todas las sociedades y pueblos han tenido que
apoyarse en caudillos para poder avanzar en determinadas fases de su
historia. Lo grave es que reduzcamos ese punto de apoyo a la totalidad
de nuestro accionar (“caudillismo”, “culto a la personalidad”).
Por
ello se deben resaltar brevemente los “aciertos”. Hay en la revolución
venezolana un esfuerzo muy grande por darle continuidad a la lucha
bolivariana por la independencia y la integración latinoamericana. El
sentido de solidaridad, el compartir la riqueza con otros pueblos menos
favorecidos, la confianza en el sentido de clase y en el
anti-imperialismo de la mayoría del pueblo venezolano, la espiritualidad
revolucionaria que se ha construido, se han constituido en unas
herramientas políticas nada despreciables que muchos “teóricos” –
influenciados por visiones euro-céntricas – no pueden entender.
Esos
“aciertos” son más resultados del desarrollo natural y creativo de las
reservas democráticas y revolucionarias que tenía guardadas – reprimidas
– el pueblo y el proletariado venezolano, y que han aflorado a la
superficie. Allí están vivas y latentes esas reservas, ahora contenidas
por el bloqueo de una burocracia que impide su desarrollo. El arte del
momento es encontrar nuevamente esa conexión, ayudar a que los
trabajadores y el pueblo en general “redescubran” sus potencialidades y
desenmascaren las trabas.
Comparados
los avances de la revolución bolivariana con sus limitaciones
estructurales es casi un “milagro” que hayan podido derrotar –
parcialmente – al mayor imperio capitalista del mundo, muy al estilo de
lo hecho por el pueblo cubano. Hoy esa revolución se enfrenta a nuevos
retos, a sus propias deficiencias y, sólo el proletariado podrá hacerla
avanzar nuevamente.
Los escenarios y “salidas”
Los
actuales problemas que enfrenta la sociedad y el pueblo venezolano –
aumento del desabastecimiento, altísima inflación, incremento de la
inseguridad ciudadana por el impacto de la delincuencia, corrupción
administrativa, crecida del déficit fiscal y del endeudamiento externo
del gobierno, agravamiento de la dependencia de la renta petrolera –,
que son factores de la situación actual de Venezuela utilizados por la
burguesía y el imperio para intentar desestabilizar al gobierno y a la
sociedad venezolana, son el resultado de contradicciones de clase no
resueltas, que pueden llevar a los siguientes escenarios, todos
probables en el mediano plazo:
- Profundización
de la revolución por el empuje de un proletariado que aunque no está
organizado en forma independiente y autónoma, puja por sus intereses
desde lo profundo de la sociedad y se expresa en diversos niveles de la
dirigencia revolucionaria. Ese proceso deberá contemplar – entre otras –
las siguientes acciones: 1. Construir sobre la marcha un verdadero
poder proletario y popular o democracia directa para neutralizar a la
burocracia corrupta; 2. Establecer el monopolio del comercio exterior
con fuertes controles proletarios y populares para destruir la base
económica de la burguesía parásita; 3. Fortalecer la base productiva
nacional promoviendo la apropiación colectiva de la riqueza o "Sembrar
el petróleo" como decía Chávez; 4. Desarrollar la revolución en todos
los terrenos: productivo, económico, social, cultural, moral, atacando
la mentalidad consumista y paternalista que predomina entre el pueblo.
Es el escenario ideal pero poco probable en el corto plazo.
-
- Acuerdo
entre las cúpulas dirigentes de la burguesía tradicional y la emergente
que controla el aparato estatal, o entre sectores preponderantes de
esas burguesías, a fin de lograr una estabilidad económica y política
para mantener y aumentar sus ganancias en medio de la precaria situación
del país. Esa unificación sería la plataforma táctica para obtener
mayor inversión financiera y productiva de otros bloques económicos
diferentes a los EE.UU. y Europa, como los que encabezan China, Rusia,
Brasil, Irán, etc. Este acuerdo significaría la derrota del sector
burgués dependiente y agente de los EE.UU., situación que ya muestra
algunos avances que se pueden observar en el comportamiento conciliador
de grandes capitalistas como Gustavo Cisneros y otros empresarios
agrupados en Fedecámaras. Es el escenario más probable en lo inmediato y
constituye también un duro golpe al proletariado, ya que algunos de los
avances de la revolución pueden ser poco a poco reversados.
-
- Desestabilización
económica y política de la sociedad venezolana e imposición de la
burguesía pro-estadounidense mediante una intervención militar de los
EE.UU. y de fuerzas paramilitares colombianas. Ello llevaría a la
derrota completa de la revolución bolivariana y a la recuperación del
control político y económico por parte del imperio estadounidense y la
burguesía fascista venezolana. Es el escenario menos posible en el corto
plazo pero el que se va a seguir intentando por parte de la derecha más
extrema.
-
La
revuelta fascista que se adelanta en la actualidad no cuenta con la
fuerza para desestabilizar el país. Es una alerta para la burguesía
emergente “bolivariana” que de no tener la presión del proletariado
revolucionario va a transar con algunos sectores de la burguesía
venezolana para obtener – materializar – una estabilidad política y
gubernamental que necesita para seguir acumulando fuerza económica,
política y cultural.
Conclusión
Como
conclusión parcial de este repaso histórico e incipiente análisis
podemos afirmar que además de la falta de experiencia en la tarea
propuesta, algunos elementos de la formación ideológica y política de
los dirigentes del movimiento bolivariano han permitido que aspectos
estructurales de la sociedad venezolana, del mundo actual y del mismo
proceso, no fueran tenidos en cuenta en toda su dimensión y complejidad,
y por tanto, surgieron en su dirección política tendencias erróneas,
que hasta ahora, han impedido – consciente o inconscientemente –, que la
causa revolucionaria del socialismo sea asumida por el pueblo como una
causa propia.
La
oposición total – “radical” – al gobierno bolivariano, por parte de
algunos sectores que se reclaman “revolucionarios” y “socialistas”, que
los lleva a unir esfuerzos con la derecha venezolana y aún con el
imperio, no es la mejor conducta para el momento. Tal actitud los lleva a
aislarse del conjunto del proletariado y del pueblo “chavista” (en
Ecuador, del pueblo “correísta” y en Bolivia, del pueblo “evista”), a
ilusionarse con sectores “juveniles” que tienen un sesgo profundamente
reaccionario, racista, “clasista” desde lo burgués y pequeño-burgués, y a
llevarle agua al molino a nuestro enemigo de clase. Ese comportamiento,
profundamente infantil, le hace el juego a la burguesía emergente
(“bolivariana”) y le facilita el terreno para cooptar a los dirigentes
obreros y proletarios, aislándolos de un verdadero movimiento proletario
de amplia cobertura.
La
tarea esencial es clarificar la política independiente del proletariado
sin aislarnos del conjunto de la lucha por la dirección de la
revolución “bolivariana”, que es una creación y patrimonio del
proletariado y del pueblo venezolano. Entender que al interior del
“proceso de cambio” existen las potencialidades para dar un salto
cualitativo hacia adelante. Identificar el enemigo principal – imperio
estadounidense, burguesía parásita imperialista, paramilitarismo
uribista colombiano – sin descuidar la alianza que se ha ido formando
entre sectores burgueses tradicionales y la burguesía emergente
“bolivariana”.
La
energía espiritual de un pueblo y un proletariado que ha iniciado su
liberación está allí latente y no va a ser fácil de derrotar. Los
procesos sociales van más allá de los sujetos individuales. Construir
una nueva sociedad no es una tarea fácil ni se hace de un momento para
otro. Poco a poco la revolución acumulará las fuerzas para dar el salto
cualitativo al que le temen todas las fuerzas reaccionarias.
Popayán, 28 de febrero de 2014
[1]
Este problema está siendo trabajado por los neo-zapatistas mexicanos
con la concepción del “mandar obedeciendo”, las Juntas de Buen Gobierno,
los Municipios Autónomos, los “Caracoles”, en donde sus integrantes y
responsables son rotativos y reemplazables en todo momento. Son formas
de Democracia Directa con representación y delegación limitada por un
control social asambleario. Es el mismo principio de la “Comuna”,
“Soviets”, “Comités Revolucionarios”, pero con desarrollos en el tiempo y
el espacio, con una fuerte autonomía frente al Ejército Zapatista de
Liberación Nacional EZLN y fuerzas políticas partidarias.
http://alainet.org/active/71746
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